Cuando de neologismos se trata…

Por , publicado el 14 de septiembre de 2012

Hace un tiempo las palabras petroaudios y abenciamanía acaparaban los titulares de los periódicos y los locutores de radio y televisión las repetían hasta el cansancio. En el mundo deportivo, muchos aficionados padecen de la futbolmanía y otros se dejan contagiar por la voleimanía. En el 2009 en el Perú hubo el baguazo, que recordó el andahuaylazo de 2005 y el arequipazo de 2002. En ese mismo año, los medios de comunicación empleaban, con cierta carga peyorativa, los términos: mataperro, come pollo o traga pollo, roba luz, lava pies, contrata sirvienta, plancha camisas y roba terrenos, para referirse a algunos congresistas que hicieron noticia por ciertas acciones irregulares que se les atribuyó.

Nos encontramos, pues, ante los llamados neologismos, términos nuevos que surgen como consecuencia de la aplicación de unos procedimientos de formación de nuevas palabras (derivación, composición, parasíntesis, abreviación, siglación, acronimia, etc.), inherentes a la actividad del lenguaje, que favorecen la “creatividad lingüística” de los hablantes. Si bien el “neologismo”, como dice Gloria Guerrero (1997), en sus orígenes se caracterizaba por ser una afectación en la manera de expresarse, razón por la cual se le atribuía una notable carga peyorativa, y hoy algunos los tachan de “corruptores” de la lengua, su aparición tiene como finalidad designar con precisión una cosa, una idea o un pensamiento nuevos.

Así, el Diccionario de la Lengua Española de la Academia (DRAE, 2001), el Diccionario Actual de la Lengua Española (DALE, 1997) y el Diccionario de Uso del Español (DUE, 1966-1967) de María Moliner coinciden en denominar neologismo al vocablo, acepción, giro o modo de expresión nuevo en una lengua. María Moliner afirma que los neologismos “son en general, legítimos sin necesidad de que estén sancionados por la Real Academia, los tecnicismos necesarios para designar conceptos nuevos, así como las designaciones científicas formadas con una raíz culta para atender una nueva necesidad, de acuerdo con las normas generales de la derivación”.

Por su parte, Gloria Guerrero señala que, ante las nuevas realidades de cada día, la lengua crea términos que corresponden a nuevos conceptos, tanto materiales (inventos, máquinas, objetos), intelectuales (expresiones políticas, económicas, socioculturales) y avances de la ciencia y de la técnica, o incorpora un elemento léxico que dé cuenta de cada concepto bien mediante la creación de un nuevo término (neologismo formal: hipermercado, preescolar, reciclaje, etc.), mediante la adopción o adaptación de una nueva forma extranjera (préstamo: microchip) o bien mediante la aplicación significativa de dicho concepto a una forma ya existente (neologismo semántico: ratón, en la informática, para designar lo que conocemos como mouse pronunciado como [maus]).

Estos neologismos pueden ser denominativos, cuando obedecen a la necesidad práctica de dar nombre a un objeto nuevo o de comunicar una experiencia nueva (reciclaje, preescolar, miniserie, subempleo, etc.); y connotativos, ligados a la creación y libertad de expresión del individuo porque atienden a una necesidad expresiva, con fines lúdicos o estéticos, como los que se citan al comienzo de este artículo, que pretenden mostrar de una manera inédita una visión particular del mundo.

Cabe indicar que no todos los términos nuevos que aparecen en nuestro medio llegan a considerarse neologismos, ya que muchos no logran integrarse totalmente al sistema de la lengua y solo constituyen creaciones pasajeras que se quedan en el plano del habla, como los ya conocidos petroaudios y baguazo.

Susana Terrones Juárez

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