Apuntes sobre la (des)cortesía verbal

Por , publicado el 17 de junio de 2019

El éxito en una conversación es el resultado de una actividad conjunta de los interlocutores. Este resultado depende en gran medida de uno de los principios que rige la comunicación: la cortesía verbal. Mediante esta los hablantes buscan el acercamiento para lograr aceptación o algún tipo de acuerdo.

Existen dos posibilidades de realización de la cortesía verbal: una se trata del ritual social, es decir, está asociada a una norma de conducta que es conocida y aceptada: por ejemplo, saludar, o agradecer; y la otra corresponde a lograr un determinado fin al valorar, agradar, o realzar a otro, o también al atenuar el mensaje para evitar posibles amenazas tanto a la imagen propia como a la ajena. Asimismo, la cortesía tiene que ver con aspectos de la prosodia, como el tono o la intensidad de la voz, la velocidad y los contrastes melódicos; y también los elementos paralingüísticos, como la gestualidad y la sinestesia.

Específicamente, sobre las estrategias de cortesía verbal acudimos a la clasificación de Brown y Levinson (Politeness: Some Universals in language use, 1987) abierta y directa (Hazme un café); 2) abierta e indirecta con cortesía positiva (¿Me haces un café?); 3) abierta e indirecta con cortesía negativa (¿Me podrías hacer un café, por favor?) 4) encubierta (Tengo sueño, necesito algo para despertarme), y 5) evitar la acción verbal que amenaza la imagen pública.

En los casos 2 y 3 es importante tener claros los significados de “imagen positiva” e “imagen negativa” en pragmática, rama de la lingüística que estudia el lenguaje en su contexto, tomando en cuenta las intenciones del hablante y las posibles interpretaciones del oyente (Escandell, Introducción a la pragmática, 1993). La imagen positiva corresponde al deseo de ser apreciados por los demás y de sentirnos parte del grupo, a diferencia de la negativa que se refiere a la aspiración de mantener nuestra libertad de acción. Por ejemplo, la crítica amenaza la imagen positiva, pues implica de algún modo un desprecio hacia el oyente, mientras que la petición puede amenazar la imagen negativa del oyente, ya que tiene que hacer lo que le pide el hablante.

Algunas culturas parecen evaluar como más significativa la imagen positiva, mientras que otras consideran más importante la imagen negativa. De hecho, las tendencias que se aprecian en el manejo de las estrategias de cortesía verbal por parte de una determinada comunidad lingüística han derivado frecuentemente en etiquetas o estereotipos culturales vinculados al modo de hablar: el español es agresivo; el mexicano, lento; y el argentino, soberbio…

En todo caso, como apunta Kaul (“Tipos de descortesía verbal y emociones en contextos de cultura hispanohablante”, De Gruyter, 2017, p. 6), la cultura hispanohablante es una cultura de acercamiento, esto es, en ella hay una menor sensibilidad hacia el concepto de amenazas a la imagen, menor uso de recursos de atenuación, mayor uso de cortesía valorizante y mayor compromiso afectivo que tiende a construir vínculos interpersonales; mientras que en las culturas de distanciamiento, como la anglosajona o la escandinava, sucede lo contrario.

En cuanto a la descortesía verbal, tan marcada hoy día en las redes sociales, Díaz Pérez (“Creatividad léxica y descortesía en los medios de comunicación virtual”, Revista de Filología, 2014) distingue tres tipos de emisores: los que buscan la provocación y la ofensa directa; aquellos cuya intención no es tanto la de ofender como la de llamar a las cosas por su nombre; y aquellos que sobresalen especialmente por su ingenio y originalidad expresiva a la hora de insultar.

En definitiva, lo que se considera cortés o descortés también se expresa en la lengua. De hecho, cada cultura tiene sus normas sobre qué se puede decir, cómo se debe decir, o si uno debe permanecer callado. Se trata de un vasto ámbito de estudio sobre la variación pragmática en español tanto en y entre las naciones, como dentro de sus subregiones.

A modo de ejemplo de este último aspecto, anotamos aquí algunos resultados sobre el uso del cumplido o piropo en la costa y en la sierra del Perú: los hombres de Lima dan más cumplidos que las mujeres, en cambio en Cuzco, hombres y mujeres dan cumplidos con igual vigor; las mujeres de Lima y de Cuzco son más enfáticas en sus cumplidos cuando estos van dirigidos a una mujer que conocen, pero las limeñas prefieren alabar las pertenencias, mientras que las cuzqueñas la apariencia física; y se concluye diciendo que en Perú los cumplidos, lejos de amenazar la imagen negativa del interlocutor, son expresiones de cortesía positiva que son bienvenidas por hombres y mujeres, siempre que no tengan connotaciones sexuales (García y Placencia, Estudios de variación pragmática en español, 2011, pp. 46-47).

Isabel Martins

2 comentarios

  • Anónimo dice:

    A proposito, ¿se habrá publicado una revisión moderna, actualizada, del Manual de las Buenas Costumbres de Carreño?

  • Nadia dice:

    Que buen sitio este…las cosas se complican cuando queremos comunicarnos en otros idiomas…con otras culturas…se requiere de mucha paciencia…en general, la comunicación demanda paciencia, darle al otro el beneficio de la duda y también compasión…claro…palabras/valores en desuso

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