Warranteo

Por , publicado el 13 de julio de 2012

El pasado 24 de abril leíamos en las páginas del diario Correo de Piura, que los productores de arroz junto con los funcionarios regionales acordaron promover y gestionar el “warranteo” de arroz con intereses de 9 por ciento al año. La sala de redacción ponía así el anglicismo entre comillas sin duda por ser un término recién introducido en nuestro medio. Efectivamente, fue en el año 2005 cuando, por iniciativa del presidente Toledo, se promovió garantizar la producción de arroz mediante la modalidad del warranteo, por la que se ofrece la producción almacenada como garantía para lograr la financiación de la campaña agrícola, asumiendo un interés del 1% por almacenamiento, que se compensa porque así se logra también mantener en el mercado un precio razonable para el arroz.

Me dicen que en realidad esto se había planteado el año 2003 pero recién se implementó con Toledo el 2005. En realidad ya en los años setenta se hacía el warranteo del algodón, sOlo que hoy por hoy la práctica totalidad de la producción norteña es adquirida por un solo grupo industrial a un precio fijo que siempre está por debajo de lo que desearían los agricultores. También me cuentan que el Banco Agrario, especialmente en la colonización de San Lorenzo, otorgaba certificados llamados entonces warrants para diversos productos.

Los warrants son, según indica el Diccionario de términos económicos del Banco Central de Reserva (1995), “títulos emitidos simultáneamente con el certificado de depósito, que representa garantía o prenda de las mercancías depositadas en un almacén, confiriéndole derechos sobre éstos a quien los adquiera”.

Evidentemente se trata de un instrumento financiero proveniente del mundo anglosajón y el término todavía no se registra en el Diccionario académico. Pero en el mundo rural ya se emplea con normalidad tanto el sustantivo “warranteo” como el verbo derivado: “serán los agricultores quienes fijarán la cantidad de arroz a warantear”.

La dificultad estriba en esa letra tan extraña al castellano (el diccionario la mantiene solo para registrar algunos extranjerismos: “waterpolo”, “western”…). Es curioso que en realidad tanto el inglés “warrant” como el castellano “garantía” provienen del francés antiguo, pero igual se separó la ortografía y el significado originales del término (que podía traducirse por “otorgamiento”), y finalmente no pueden equivaler “garantizar” y “warrantear” aunque tengan la misma procedencia. Ya es muy tarde para recuperar el antiguo verbo medieval “garantir”, con lo que “warranteo” y “warrantear” parece que han llegado para quedarse al menos por un buen tiempo. De todos modos tal vez pudiéramos castellanizarlos en las formas “garanteo” y “garantear” que me parecen francamente preferibles a esos anglicismos tan flagrantes. No es una batalla fácil la del idioma, puesto que en un caso muy similar llevamos décadas en que todavía compiten el anglicismo “márketing” (la Academia fracasó con su propuesta de “mercadotecnia”) con su castellanización más adecuada: “mercadeo” (que apenas ha podido desarrollar el verbo “mercadear”). En esta marejada de las palabras serán los hablantes los que decidan, según el uso mayoritario, cuál resulta vencedora en el combate, pero no estaría mal intentar gestionar mejor el “garanteo” y “garantear” la cantidad de arroz que nos parezca, haciéndolo al menos en una manera más castellana.

De otra forma, igual se podría proponer la grafía: “guaranteo” y “guarantear” más acorde con el uso castellano.

Carlos Arrizabalaga

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