Todo sea por la economía

Por , publicado el 3 de abril de 2012

Desde una concepción bastante amplia, se suele entender la economía como la administración eficaz y razonable de los bienes; o más aún, como la reducción de dinero o de los gastos que una persona o una sociedad realizan con la finalidad de ahorrar. Esta idea, opuesta a la de derroche o despilfarro, alcanza también al ámbito lingüístico.

La llamada economía lingüística es un fenómeno al que tendemos cada vez que utilizamos la menor cantidad de recursos lingüísticos sin que afecte ni al sentido ni a la correcta interpretación de los mensajes. Es un fenómeno que se ha dado siempre en la historia de todas las lenguas, y que permite que el hablante economice tiempo y espacio en la representación gráfica de una palabra o de una expresión, mediante la supresión de letras o sílabas de su escritura completa. Así, es frecuente escuchar, por ejemplo: seño en lugar de señora o de señorita, profe en lugar de profesor o profesora, uni en lugar de universidad, narco en lugar de narcotraficante, pelu en lugar de peluquería, cole en lugar de colegio, quimio en lugar de quimioterapia, cafe en lugar de cafetería y vaca en lugar de vacaciones.

Estas formas, que resultan ser bastante espontáneas en ámbitos juveniles o entornos familiares, reciben el nombre de acortamientos léxicos, y constituyen un valiosísimo recurso al que se acude cada vez con más frecuencia. Muchos de ellos han perdido ya su carácter coloquial y han pasado a la lengua estándar, llegando incluso a desplazar la palabra completa. Se recogen actualmente en los diccionarios generales del español las formas bici de bicicleta, cine de cinematógrafo, estéreo de estereofónico, foto de fotografía, taxi de taxímetro, moto de motocicleta, tele de televisión, súper de supermercado, zoo de zoológico, radio de radiodifusión, corto de cortometraje y otras muchas.

Es importante precisar que la mayoría de las palabras que sufren acortamientos de la parte final suelen ser sustantivos, aunque no es extraño encontrarlos en algunos adjetivos: tranqui de tranquilo, porno de pornográfico, depre de deprimido, ridi de ridículo; y hasta en locuciones como porfa de por favor. En cuanto al acento, cabe señalar que en casi todos se produce cambio acentual, pues se tiende a pronunciar con mayor fuerza la primera sílaba: [prófe], [téle], [fóto], [pélu], [káfe].

Este carácter connotativo de familiaridad y confianza de los acortamientos se ha trasladado en estos últimos años al plano escrito, y se ha acentuado principalmente por el auge de la telefonía celular y sobre todo por el chat. Así, es cada vez más frecuente encontrarse con formas tales como xq en lugar de por que o porque o por qué, tak en lugar de está que, xfa en lugar de por favor, tb en lugar de también, aunk en lugar de aunque; y ni qué decir de los monosílabos que han pasado a ser: k, q, d, m, x utilizados, principalmente, por los jóvenes y que suelen a veces resultarnos incomprensibles.

Antes de terminar, cabe preguntarnos si es necesario recurrir a estas formas en aras de la economía lingüística. ¿No estamos acaso actuando en detrimento de nuestra propia lengua? Y lo que es peor, estos jóvenes siguen manteniendo este registro en situaciones formales como rendir un examen, responder a un cuestionario y redactar todo tipo de documentos. Si no me cree, écheles un vistazo a los cuadernos de sus hijos.

Eliana Gonzales Cruz

3 comentarios

  • Gaby Trinidad dice:

    No solo los jóvenes están usando el acortamiento de los léxicos, lo que de por si ya es incómodo para quienes solemos usar o procuramos mantener la pureza de nuestro lenguaje, conozco a muchos padres que, en su afán de comunicarse con sus hijos también han adoptado esta forma de escritura, es así que, en lugar de corregir o mejorar la lexicografía que usan los jóvenes, los adultos están incentivando a que ello se masifique y poco a poco se pierda la riqueza de nuestro lenguaje.
    También he observado que algunos jóvenes que ocupan cargos importantes en las empresas donde trabajan, usan en sus comunicaciones formales este tipo de escritura, como si estuvieran chateando con sus amigos en lugar de comunicar asuntos laborales, por el solo hecho de que ahora los documentos circulan por el ciber espacio en lugar de hacerlo en forma física como hace un par de décadas.
    Creo que todos debemos hacer una seria reflexión sobre el daño que le estamos infligiendo a nuestro lenguaje y tomar alguna medida, si es que todavía podemos hacer algo, para evitar un desastre a corto plazo.

  • Rosa Esther dice:

    Totalmente de acuerdo con la opinión anterior de Gaby, continuamente somos testigos pasivos o protagonistas del atentado contra nuestra lexicografía. Como profesora corrijo estas expresiones orales pues no me gusta que me digan profe aunque haya familiaridad, considero que también es parte del respeto a la labor que desempeño pero debo comprender que por cuestiones prácticas de comunicación en los mensajes que uno envía o recibe a través del celular, los debe aceptar.

  • Gaby Trinidad dice:

    Es verdad que en los mensajes de celular se puede y debe economizar, pero eso no impide usar el castellano correctamente, por ejemplo, en lugar de acortar palabras se pueden usar las abreviaturas, creo que sería lo más lógico y así nos entenderíamos perfectamente. No quiero pecar de intransigente, pero cualquier cosa es válida en aras de defender nuestra lengua.

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