Paralenguaje y paratexto 

Por , publicado el 18 de mayo de 2022

Al hablar o escribir no solo nos comunicamos a través de las palabras que usamos para darle forma a nuestro texto, sino que nos valemos −intencionalmente o sin proponérnoslo− de otros recursos. En la conversación cara a cara, por ejemplo, el tono de voz, un carraspeo de garganta o una tosecita para llamar la atención…; en la escritura, la tipografía elegida, el color y tamaño de las letras, las imágenes o fotografías que acompañan al mensaje, los esquemas, el índice, etc., también comunican. En el primer caso se trata de elementos paralingüísticos; en el segundo, de elementos paratextuales.

Los elementos paralingüísticos (paraverbales o paralenguaje) son aquellas emisiones vocales producidas con alguno de los órganos del sistema fonador (boca, garganta, lengua…), que no son palabras, pero que comunican o matizan el mensaje verbal. Por ejemplo, el tono de voz hace que un mismo mensaje pueda interpretarse de formas distintas: Ya (‘de acuerdo’), ¡Ya! (orden), ¿Yaaa? (impaciencia), Yaa, yaa… (incredulidad); el timbre de voz puede ayudar a aproximar el sexo o la edad del interlocutor cuando no lo tenemos cara a cara, etc. Incluso las pausas o el silencio resultan comunicativos: las primeras permiten el cambio de turno entre los participantes de una conversación y evitan los solapamientos (uno que habla al mismo tiempo que otro); lo segundo, el silencio, algo que todo buen anfitrión intenta evitar (más si es prolongado), puede indicar la falta de deseo de interactuar o continuar la conversación, así como la incomodidad que esta produce. Asimismo, muchas veces estos recursos paralingüísticos van de la mano con otros elementos no verbales, como la distancia o proximidad con el interlocutor, los gestos, las miradas y movimientos corporales que varían, por ejemplo, tanto en función del grado de confianza con el receptor como por razones culturales o costumbres sociales: el dar uno o dos besos al saludar, el estrechar la mano, los abrazos, etc.

De otro lado, como señala Maite Alvarado, «la categoría de “paratexto” es propia del mundo gráfico, ya que descansa sobre la espacialidad y el carácter perdurable de la escritura» (Enciclopedia semasiológica, 1994: 21). Para esta autora, el paratexto es todo aquello que permite darle forma y legibilidad al texto y abarca aquellos elementos, de distinta naturaleza, que complementan el texto escrito aportando información que permite adelantar el contenido de este. Distingue, a grandes rasgos, entre paratexto icónico y paratexto verbal.

El paratexto icónico está conformado por las imágenes, gráficos, fotografías, cuya elección y selección recae, sobre todo, en el editor del texto escrito; mientras que el paratexto verbal, por el título, subtítulos, índice, prólogo, bibliografía, glosarios…, cuya inclusión es, por lo general, tarea del autor del texto, aunque −aclara la autora− no son roles inamovibles, sino que se puede dar pie a la negociación entre editor y autor. Del mismo modo, es posible que las fronteras entre lo icónico y lo verbal algunas veces resulten difusas.

Así, el paratexto, verbal o icónico, ayuda a dotar de sentido el texto, a mantener la coherencia interna de este. Pensemos, por ejemplo, en un libro de historias de terror, cuya tapa viene acompañada de una tipografía que recuerda la sangre discurriendo, así como de una imagen cuya relación con el tema puede ser evidente o solo comprenderse tras haber leído el texto; un libro de cocina, en cambio, vendrá acompañado de atractivas fotografías de los ingredientes o platos destacados; un texto científico o académico procurará incluir un apartado bibliográfico que dé cuenta de las fuentes consultadas que otorgan fiabilidad a lo publicado; un índice temático facilitará al lector la tarea de encontrar la información que busca en una enciclopedia; el prólogo o la introducción de un libro cobran sentido como parte del texto, precediéndolo y permitiendo al lector adelantar información sobre su contenido; un glosario, en un manual o libro de texto, enlistará aquellos términos que el lector debe manejar, etc. El título, los subtítulos, la información que podemos leer en la contratapa, en la solapa del libro u hojeando las imágenes de su interior permiten al lector aventurar hipótesis sobre el tema y su tratamiento, hipótesis que luego serán corroboradas o desechadas con la lectura del texto.

En conclusión, tanto el paralenguaje en la oralidad como el paratexto en la escritura ayudan a matizar, ampliar o determinar el sentido del texto. Como interlocutores, pues, debemos estar atentos a esas señales no verbales pero comunicativas; y como lectores, a todos esos complementos que facilitan y orientan la tarea lectora, que permiten un mejor aprovechamiento y comprensión del texto escrito.

 

3 comentarios

  • Anónimo dice:

    ¿Cuál es el significado del prefijo “para” que, entiendo, no siempre es prefijo?
    Y ¿cuál es su antónimo, si lo hay?
    Por ejemplo; paraninfo, paracaídas, pararrayos, paraíso, paralelo, paratexto.

  • Carlos GN dice:

    Anónimo, a ver si te sirve este enlace en el que dan el significado y se aclaran las diferencias entre el prefijo de origen griego “para-” (paranormal, paratexto, paramédico) y la forma “para-” que viene del verbo “parar” que, según esta liga, son palabras yuxtapuestas (parabrisas, pararrayos, paracaídas):

    http://etimologias.dechile.net/?para

    En cuanto a los antónimos de las palabras que mencionas, entiendo que existen dos tipos de antónimos: los que se dan por significado de la palabra (frío-caliente; blanco-negro; vivo-muerto; sumar-restar; etc.) y los que se forman con prefijos (real-irreal; leal-desleal; correcto-incorrecto), así que de “paralelo” quizá “perpendicular”, pero de paratexto, en mi opinión, tendría que ser “texto”, dado que estamos usando un prefijo (para-). Habría que analizar si el significado de paraninfo (o pararrayos y parabrisas) se presta para pensar en un antónimo ya sea por el significado de una palabra o por prefijación. Intenté buscar un antónimo de “pararrayos” y encontré estos: “aislador, aislante, dieléctrico, mal conductor”. Ninguno me convenció porque no se acercan al concepto que tengo de antónimo. Confieso que “aislador y aislante” me dan la impresión de sinónimos, más que de antónimos, quizá debido al concepto que me he formado de “pararrayos”.

  • Anónimo dice:

    Pues mira Carlos GN, he buscado el antónimo de “para”, que en ciertos casos, es “dia”.
    Paramagnético y diamagnético.
    El pararrayos, que es para los rayos, debió llamarse “atraparrayos”, pero no hay quien le cambia el nombre.
    El “para” no de parar y cada vez somos menos los que participamos en este blog

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