Oralidad primaria vs. oralidad secundaria

Por , publicado el 11 de noviembre de 2020

El lenguaje articulado humano o lenguaje verbal se concreta en dos modalidades: la oralidad y la escritura, conocidas también como lengua oral y lengua escrita. Ambas, a pesar de ser dos códigos diferentes y presentar contrastes, se relacionan entre sí y presentan interferencias, tal como lo explica Mostacero, R. (Oralidad, escritura y escrituralidad, 2011, p. 110): «En lugar de una realidad definida y analizada dicotómicamente, se debe considerar la existencia de un continuum cultural donde los fenómenos se perciben en un espectro, sin más diferencias que los matices o grados de pertenecer a la oralidad o a la escrituralidad. Se acepta, más bien, la tesis de la variación».

La lengua oral se materializa esencialmente en sonidos consonánticos y vocálicos producidos por el aparato fonador humano y percibidos por el oído. Lo oral es, por tanto, bimedial (acústico y óptico), mientras que la escritura es monomedial (solo óptico). Pero la realización de la lengua oral no solo se reduce a los sonidos, pues en ella se incluyen otros elementos: los prosódicos (acento, entonación, duración [larga-breve], pausas), el orden de las unidades, además de otros signos paralingüísticos de carácter más individual, como son el timbre, la voz, el ritmo de elocución, etc. Asimismo, la oralidad incluye signos proxémicos (distancia, posturas) y cinésicos (movimientos, gestos…).

Esta modalidad oral es ―como sostienen Calsamiglia y Tusón (Las cosas del decir. Manual de análisis del discurso, 2001, p. 27)― «natural, consustancial al ser humano y constitutivo de la persona como miembro de una especie». Es decir, el lenguaje humano es propiamente oral, mientras que la escritura es un sistema posterior, secundario, un hecho cultural que aparece hacia el 3 300 a. C. Asimismo, el individuo aprende primero a hablar de modo espontáneo, mientras que la escritura requiere aprendizaje formal posterior.

La lengua oral y la escritura comparten muchas funciones, como la de dar y recibir información. Este hecho de almacenamiento de información de las ciencias, las humanidades, etc., le ha dado mayor prestigio a la escritura, lo cual no significa que la lengua oral solo se limite a las conversaciones y discursos informales, puesto que hay géneros orales con altamente estructuradas, como las conferencias, las entrevistas, las mesas redondas, los debates, etc. Además, habría que considerar la importancia de la función social básica –fundamental y exclusiva de la oralidad– que consiste en permitir las relaciones sociales. Estas cumplen un papel variado e importante en la vida privada, pero también en la vida pública, institucional y religiosa: «la política, la jurisprudencia, los oficios religiosos o la enseñanza formal son algunos ejemplos de ámbitos de la vida social y pública difíciles de imaginar sin la palabra dicha» (Calsamiglia y Tusón, 2001, p. 29).

Esta función básica y esencial de la lengua oral de interrelación social directa (cara a cara en el mismo tiempo y lugar) es lo que W. Ong (1986) denomina oralidad primaria. Aunque Ong utiliza la expresión para referirse a las sociedades sin escritura, su significado se ha ampliado para denominar también la comunicación oral interpersonal directa, caracterizada por la participación y presencia simultánea de los interlocutores (cara a cara), en la que «activan, construyen y negocian en la interacción una relación interpersonal basada en sus características psicosociales: el estatus, los papeles o la imagen, por ejemplo» (Calsamiglia y Tusón, 2001, p. 30).

Cuando la comunicación oral deja de ser directa (sin presencia simultánea de los interlocutores en el tiempo o en el espacio o en ambos), se pasa a la oralidad secundaria, «dependiente de los mass-media, la escuela, las instituciones, las empresas, la banca, los partidos políticos, etc., donde se mezcla con las más sofisticadas tecnologías de la información y de la comunicación, y donde lo característico es la invención de nuevos soportes y dispositivos, nuevas variedades de oralidad, pero a partir de la hibridación con las variedades de la escrituralidad» (Mostacero, R., 2011, p. 102).

La pandemia que se vive actualmente, por ejemplo, ha contribuido aún más al paso de situaciones comunicativas orales directas, primarias, a manifestaciones de oralidad secundaria. Es decir, a formas de interrelaciones directas que difícilmente se hubiese pensado que se convirtieran en secundarias: las consultas médicas virtuales, los oficios religiosos por Facebook, como la misa; eventos sociales, como shower, babyshower o celebraciones de cumpleaños por Zoom, así como conversaciones personales por Skype o videollamadas por WhatsApp, por mencionar algunas.

Halliday (Lengua hablada y lengua escrita, 1989, p. 98) aludió ya a ellas refiriéndose sobre todo a los avances vertiginosos de la tecnología: «El imperio de las nuevas tecnologías le ha dado un nuevo impulso a la oralidad y ha producido un impacto irreversible en el siglo XX, generando una nueva oralidad –la “oralidad secundaria” de Ong–, que se diferencia de la primaria en que presupone que la escritura y sus destinatarios son un grupo humano infinitamente mayor». Lo que no vaticinó Halliday es que la causa mayor de la oralidad secundaria se debiera a una pandemia producida por un virus vulnerable, pero a la vez contagioso y mortal. Es así como la oralidad primaria se ha reducido en estos tiempos de la pandemia al entorno familiar, a los que viven bajo un mismo techo, puesto que casi el resto de comunicación oral ha pasado a constituir la llamada oralidad secundaria.

Así, la oralidad –insertada como está actualmente en las comunicaciones de telefonía celular y de la escritura digital– ha llevado a que el usuario invente nuevas normas para el contacto cara a cara y nuevas formas de gestualidad. Al respecto, afirma Mostacero (2011, p. 102): «Eso indica que a pesar de las innovaciones tecnológicas, la oralidad tiene y seguirá teniendo un espacio semiótico propio y preponderante».

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