Nombres con historia

Por , publicado el 25 de mayo de 2012

Es sabido que varias de las palabras que usamos en nuestro vocabulario empezaron siendo nombres propios y, poco a poco, quedaron reducidos a comunes; así, nombres literarios tan conocidos como Celestina, don Quijote, Lazarillo y don Juan han pasado a ser: celestina ‘una alcahueta’; quijote ‘un idealista, un soñador’; lazarillo ‘una persona que guía y acompaña a un ciego o a alguna otra necesitada’ y donjuán ‘un gran seductor de mujeres’.

Dentro de los menos conocidos, pero también literarios, estarían Pantalón y Sosias. El primero, que actualmente corresponde a la prenda tan popular y de la que casi no queremos desprendernos, empezó siendo un personaje más junto con Polichinela y Arlequín en la Comedia del arte italiano del siglo XVI. El Pantalone o Pantalón era un viejo comerciante adinerado y apreciado por la nobleza, la mayoría de las veces; y otras, arruinado y despreciado. Con la clara intención de atraer las miradas de las mujeres y ocultar su verdadera edad, vestía unos calzoncillos largos y ajustados. Al parecer, y debido a su popularidad por toda Europa, se empezó a asociar dicha prenda con el personaje, por lo que pasó a llamársela pantalón. El término español ha entrado por medio del francés pantalon, y se recoge como tal, en la sexta edición del diccionario de la RAE (1822); pero ya, en la duodécima edición (1884) aparece como pantalón, señalando su origen galo.

El caso de sosias quizá sea menos conocido; y se usa para designar a la persona que tiene un gran parecido con otra hasta el punto de ser confundida con ella. Esta relación se debe precisamente a que el personaje mitológico Mercurio se hace pasar por Sosias, uno de los criados en la comedia “Anfitrión” del autor latino Plauto. Se los conoce como dobles, y los ha habido a lo largo de toda la historia. Los más populares siguen siendo los del rockero Elvis Presley.

Ya que hemos mencionado a Anfitrión, vale la pena decir que también ha dejado de ser un nombre propio para pasar a ser común con el significado de ‘persona o entidad que atiende generosamente a sus invitados’. Según se recoge en la última edición del diccionario académico, la palabra procede del nombre propio de un rey de la ciudad de Tebas (DRAE, 2001).

También, relacionados con el mundo clásico, estarían los casos de mecenas y academia. Con el nombre de mecenas se conoce a la persona que patrocina hechos culturales y artísticos en general. Este sustantivo procede del nombre propio del consejero del emperador romano César Augusto que protegió a los artistas de su época. Igualmente encontramos esa generosidad desinteresada en el héroe legendario griego Akademo que legó una de sus mansiones como lugar público y, según se cuenta,  acudía allí el célebre Platón con sus discípulos. Poco a poco se le conoció a ese lugar como Akadémeia, de donde deriva nuestra actual academia.

Son nombres con historia también los sustantivos comunes bártulos y sándwich. El primero procede del nombre del famoso jurisconsulto italiano Bàrtolo de Sassoferrato, cuyos manuales fueron fundamentales para el estudio del Derecho. Se conocen como bártulos al conjunto de utensilios, instrumentos o enseres de uso cotidiano que le pertenecen a una persona o que los utiliza en una actividad determinada; de ahí la expresión recoger los bártulos, recoger los cachivaches. El segundo, quizás el más conocido de todos los que hemos ido analizando, procede de John Montagnu, IV conde de Sandwich, aristócrata inglés del siglo XVIII, que al parecer le gustaba alimentarse con este tipo de comida, con el fin de no apartarse de los partidos de cartas. Si bien su pronunciación suele ser [sánduich] y [sánguich], su escritura ya castellanizada es sándwich con tilde por ser palabra grave o llana terminada en consonante distinta a “n” y “s” y, su forma plural es sándwiches y no sánduches ni sánguches (DPD, 2005).

Para terminar con nuestras explicaciones, es importante aclarar que Ullmann, en su clásico libro de Semántica, distingue dos grupos de epónimos, nombre con el que se le conoce a todos estos casos. El primero correspondería a los metafóricos, es decir, a los que están basados en algún género de semejanza o rasgo común. Aquí estarían los casos en los que una persona o un lugar dan su nombre a una clase entera; por ejemplo: celestina, quijote, lazarillo, donjuán, sosias, mecenas, anfitrión y academia. El segundo, al de los metonímicos, basados ya no en las semejanzas, sino en una relación de otro tipo; por ejemplo: la prenda por el portador (pantalón), el libro por el autor (bártulos), el alimento por el comensal (sándwich); así como también los del inventor por el invento (braille), el médico por la enfermedad (párkinson), el lugar de origen por el producto (pisco, champán)… que ya han sido tratados en otro momento, pero que valía la pena mencionarlos.

Eliana Gonzales Cruz

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