“Mar Pacífico” y “Querido Ecuador” también son antropónimos

Por , publicado el 17 de febrero de 2012

En este artículo no pretendo hablar de lo raro o gracioso de estos nombres que, por cierto, corresponden a pobladores de la provincia de Chone, Ecuador; sino de la viabilidad y ortografía de los nombres propios de persona o antropónimos.

Mi nombre, por ejemplo, es “Carola” con inicial mayúscula y no “carola” con minúscula, nombre común de una danza árabe. En el título “Mar”, “Querido”, “Leyenda” y “Filarmónica” aparecen con mayúscula por ser, asimismo, antropónimos; en otros contextos irían con minúscula: mar (sustantivo común), querido (participio de querer), leyenda (sustantivo común) y filarmónica (adjetivo).

Por regla general, los nombres propios se escriben con inicial mayúscula y aquí no hay confusión, la duda nos la planteamos con nombres que varían en el uso de letras (Ximena o Jimena) o nombres escritos de una manera y pronunciados de otra (April: Abril).

Con relación al tema me llega a la mente el nombre de una exprofesora de la UDEP: “Mately Jordan”. Los alumnos en vez de articular [matéliyórdan] con palatal central sonoro (sonido de la “y”), la llamaban /matélixordán/; es decir, pronunciaban su apellido con fricativo velar sordo (sonido de la “j”) y con acentuación aguda. Error enfatizado cuando, además, escribían Mateli Jordán.

Aclaremos que en los nombres propios españoles encontramos dos grupos fundamentales: los que solo presentan una grafía tradicional asentada en español: Adela, Gabriel, Alfonso, Pablo, etc.; y aquellos con una o más variantes que la tradición ha fijado como válidas: Helena, Elena; Gracia, Grazia; Alesandro, Alessandro, Alexandro, etc.

En este último caso diferentes factores como el influjo de la tradición, la propia evolución fonético-histórica o el trueque de grafías en siglos pasados (“b/v”, “j/g/x”, “y/i” o “c/z”) produjeron grafías peculiares: Vaca, Alba, Mexía, Jirón, Neira, Cevallos etc., junto a las más habituales: Baca, Alva, Mejía, Girón, Neyra, Zevallos.

Sepa, estimado lector, que si existen dos grafías tradicionalmente admitidas de un mismo antropónimo (Carla/ Karla; Jenaro/Genaro; Ester/Esther) puede optar por una u otra, según su preferencia personal, al concederle un nombre a alguien (a un hijo, por ejemplo). En apellidos dependerá de cómo se hayan escrito por tradición en cada familia (Giménez, Jiménez o Ximénez; Balbuena o Valbuena; Ruidías o Ruidíaz; González o Gonzales).

Cabe indicar que una vez determinada la escritura de un nombre, su grafía no puede ser alterada a voluntad por cualquier hablante. Así, no podrá escribir el antropónimo “Beatriz” con v en lugar de  b, ni con s final en lugar de z  porque la forma correcta y tradicional es hacerlo con b inicial y z final; tampoco deberá escribir Hernández sin hache porque su forma ancestral la tiene.

Si un nombre propio tiene una forma española, lo indicado es utilizarla: Abril por April; Andrés por Andrew; Alejandro por Alexander; Jaime por Jamie. Si se mantiene la forma foránea, lo aconsejable es respetar también la pronunciación extranjera. Si elige  April, por ejemplo, ya no pronunciará [ábril], sino [éipril].

En cambio, cuando los antropónimos procedentes de otras lenguas no tienen equivalentes en la nuestra se puede respetar la forma original: Jessica, Jennifer (pronunciados [yésika], [yénifer] y escritos sin tilde) o adaptar la escritura a su pronunciación de acuerdo con nuestra ortografía: Yésica, Yénifer, como lo señala la RAE.

En definitiva, en los antropónimos encontramos muchas variedades, recordemos elegir siempre nombres que armonicen con apellidos. Los apellidos no podemos escogerlos, los nombres sí. Es curioso leer el tique de una compra y sorprenderme con el nombre de la cajera: “Colette Cabellos”. No está de más la anécdota de mi difunta abuelita Carolina, quien tenía una amiga apellidada De Barriga casada con un señor Fuertes y a cuya pobre hija bautizaron Dolores. ¿Cómo quedó el nombre?…

Carola Tueros

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