Las 500 dudas más frecuentes del español

Por , publicado el 17 de agosto de 2015
Foto: RTVE.es

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Tenemos cierta admiración por las cifras redondas como si nos tranquilizara pensar que son esas y nada más que esas las que encierran todo lo que debemos conocer. Cierto que en el mercado proliferan los libros con cifras prometedoras: 100 maneras de motivar a los demás, 50 cosas que debes saber de la economía, 1000 ideas útiles para decorar tu casa, y realmente ofrecen muy buenos resultados. Martha Hildebrandt también sacó un libro con 1000 palabras y frases peruanas, a lo que el conductor Marco Aurelio Denegri se mandó con un bolondrón de críticas sin fundamento alguno. Los números también son palabras y caben muy bien en un título, y eso lo sabemos desde que hace siglos leemos Las mil y una noches, que se podría muy bien expresar gráficamente así: Las 1001 noches. Es pura convención.

Son tres filólogos españoles los que publicaron bajo el sello editorial del Instituto Cervantes Las 500 dudas más frecuentes del español (Madrid: Espasa, 2013). Florentino Paredes García ya había publicado en 2009 una Guía práctica del español correcto; Salvador Álvaro García y Luna Paredes Zurdo publicaron luego Claves para hablar y escribir bien en español (2012). La moda empezó con un famoso manual de Leonardo Gómez Torrego, pero en realidad la lista de manuales de corrección idiomática y de libros de estilo es realmente agotadora, y el número de dudas y cuestiones ofrecidas por esta literatura de autoayuda idiomática parece interminable.

La presentación del libro la hizo el señor Víctor García de la Concha, director del Instituto Cervantes, en noviembre de 2013, quien estuvo acompañado por Ana Rosa Semprún, directora general de Espasa, y por Florentino Paredes, responsable de coordinar el escrito en el Instituto Cervantes, quien ha asegurado que el volumen da un paso más en la divulgación del español. El libro ha sido descrito con estos cuatro sustantivos: utilidad (porque resuelve dudas concretas), rigor (incluye la referencia normativa concreta), claridad (se entiende fácilmente y evita tecnicismos) y actualización (se ajusta a lo que hoy es la norma, que es siempre cambiante).

Pero, volvamos a la cuestión entonces, ¿qué les hace pensar que son solamente 500 las dudas que tiene ese “público amplio” al que se dirigen los autores? Seguramente la misma experiencia que tenemos nosotros, los autores del blog Castellano Actual: llega un punto en que las dudas se hacen irrelevantes y aburridas. De hecho desecharon “las dudas muy concretas, esporádicas o de carácter meramente individual”. Y aciertan. Para comenzar, un apartado sobre cuestiones de uso general, que se reducen a seis: el nombre de la lengua, el lugar donde se presume que se habla el mejor español, y luego todo lo demás. Las cuestiones se formulan en preguntas que todos nos hacemos: ¿Es un vulgarismo decir “quizás”? (§20). Claro que no.

Suelen coincidir en todos los manuales: el uso de los pronombres (la, le, lo), el dequeísmo, los usos verbales, la concordancia, algunos participios… Aunque no faltan minucias como la explicación de la metátesis que de cuclillas se hace en cluquillas o cluclillas (p.31). Para determinarlas han revisado  las secciones de consultas lingüísticas que aparecen en internet, además de su propia experiencia como docentes. Las referentes a gramática (210) son mayoría frente a las relativas a la ortografía, la escritura de los números y los signos de puntuación (190) y las dudas con respecto al léxico (66).

El criterio seguido en todo caso es el respeto a las normativas de las Academias de la Lengua Española y la novedad en este sentido es que remiten a sus obras de referencia en cada respuesta. No mencionan (y hubiera sido demasiado tedioso hacerlo) la enorme cantidad de obras de otros profesores que han hecho lo mismo con anterioridad, empezando por Julio Casares y especialmente don Manuel Seco, además de otros también muy conocidos como Fernando Lázaro Carreter y, en Hispanoamérica, Moreno de Alba, María Vaquero y la propia doctora Hildebrandt.

Se agradece que los autores prestaran atención a algunos usos habituales en el español de América que son perfectamente correctos aunque no resulten usuales en España, como el valor dubitativo de capaz, convertido en adverbio invariable en inicio de frase: Capaz que viene esta noche (§329). Sin embargo, en conjunto resultan escasos en comparación con los que son más frecuentes en España, que en definitiva no supone más que un 10% de los hispanohablantes. También es de reprochar una mayor acritud hacia construcciones gramaticales perfectamente normales en español americano como la pluralización de haber con valor existencial: habían muchas personas (§383), aunque en este caso trata al menos de ofrecer una explicación. Y de hecho, la mayor virtud del libro es que ofrece explicaciones sencillas y breves a muchas cuestiones, aunque para comprenderlas sea necesario, claro está, tener un mínimo de conocimientos gramaticales y saber distinguir, por ejemplo el sujeto y el atributo y el complemento directo, cosa que hoy por hoy (recomiendan no usar el galicismo al día de hoy) parece cada vez más difícil por el empobrecimiento progresivo de la enseñanza de los principios gramaticales del idioma castellano en las escuelas y universidades.

“La importancia de un error –dicen los autores– dependerá del efecto que provoque en el destinatario y, sobre todo, de la medida en que el error dificulte que el texto alcance sus propósitos comunicativos”. Nos hemos acostumbrado a que los primeros destinatarios han de ser los españoles y en ello debemos reconocer que el público más amplio está muy extendido a este otro lado del océano.

Carlos Arrizabalaga

Un comentario

  • Renzo dice:

    “Nos hemos acostumbrado a que los primeros destinatarios han de ser los españoles y en ello debemos reconocer que el público más amplio está muy extendido a este otro lado del océano.”
    Y es que, como en los otros casos referidos, el título más apropiado seguramente era “Las 500 dudas más frecuentes del castellano español”. El idioma que trajeron de Castilla a América tuvo su propia evolución, alejada de España, y alejada entre sí, por la poca comunicación entre nosotros mismos. Hasta hace poco era más fácil conseguir libros editados en Nueva York que libros editados en Buenos Aires o en México DF.

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