La ciudad y los perros

Por , publicado el 9 de julio de 2013

Literatura1

Cumple medio siglo la publicación de la primera novela de Mario Vargas Llosa: buena ocasión para regresar a sus páginas, famosas dentro de ese subgénero variado de “historias de colegio” (no siempre para colegiales) que parece abundar en la narrativa peruana. El ambiente es el de un internado militar, sórdido y opresivo tanto por el régimen disciplinario como por las relaciones de poder establecidas entre los propios cadetes. Ambiente que concentra el de una ciudad y hasta de un país entero, donde la memoria o la esperanza abren espacios de libertad: la ciudad natal, el barrio de Miraflores o el amor de Teresa. La crueldad cotidiana, que se desmanda hasta el acontecimiento de un crimen, no resulta tan atroz como el silencio que se impone sobre la realidad.

Dos figuras centrales. Alberto el Poeta, cuyo talento literario le confiere un prestigio inesperado entre sus compañeros, comunidad necesitada como tantas otras de un “hablador” que ponga orden verbal a sus deseos; dotado también (y quizá gracias a lo anterior) de una conciencia moral algo acomodaticia pero superior a la que rige su medio. El Jaguar, en cambio, sobrevive como líder, no se adapta al ambiente sino que lo moldea: su brutal manera de entender la hombría se abre, sin embargo, a inesperados arranques de dignidad y sensibilidad.

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