¡El perro de mi vecino está enfermo!

Por , publicado el 18 de julio de 2012

En una de mis clases, les explicaba a los alumnos la importancia de utilizar bien el lenguaje para lo cual emití enérgicamente la siguiente oración: “¡El perro de mi vecino está enfermo!”. Muchos se rieron a carcajadas y ¡cómo no!, pues esta construcción resulta ambigua; es decir, apela a más de un significado. En este caso puede que mi vecino tenga de mascota a un perro y este animal se encuentre mal de salud o que mi vecino sea una persona despreciable. El significado que le demos dependerá del contexto discursivo; obviamente, yo aludía a la primera acepción, pero qué hubiese ocurrido si en vez de mis pupilos mi vecino me hubiese escuchado… quizá ahora estaría en un gran problema por una doble interpretación.

Para comunicarse eficazmente, entonces, no basta tener una buena ortografía -emplear bien las palabras y signos de puntuación- en un lenguaje escrito o enunciar correctamente -buena oratoria- en un lenguaje oral; sino que también hace falta dotar a las palabras de un contexto o situación comunicativa para no causar confusión o un contenido erróneo.

Esta realidad la vivimos durante la campaña electoral 2011 con eslóganes como el del congresista Lucho Galarreta: “A mí nadie me rompe la mano”, construcción anfibológica porque no se refería solo al hecho de que no se dejaba sobornar, sino también a que nadie se la rompería porque carece de las dos, en su lugar usa un par de garfios. O el de Gaby Pérez del Solar: “Por un Congreso sin bajezas”, ambiguo asimismo porque no solo aludía a un parlamento sin corrupción ni injusticias, sino también a un Congreso sin “bajitos”, ya que la voleibolista mide casi dos metros; y, precisamente, en su panel publicitario aparecía ella de cuerpo entero mirando al espectador a una altura de unos siete u ocho metros del piso. Como lo estamos comprobando, aunque las construcciones sean gramaticalmente aceptables pueden ocasionar errores de interpretación si se desconoce el contexto discursivo.

Por otro lado, existen otros tipos de construcciones ambiguas que devienen del empleo impreciso del relativo que; del mal uso de le, les, su, sus, se; del empleo inadecuado de las preposiciones; etcétera. Ejemplos: “Cuando le vi a Joaquín con Ana quise reclamarle su falta de sinceridad” (¿Le reclamamos a Joaquín o a Ana?); “Eduardo me dijo que el jueves partiría si encontraban quién financiara el viaje” (¿Quién viaja? ¿Eduardo o yo?); “Fueron a la fiesta Ricardo y Mariana con sus amigas” (¿Las amigas de Ricardo o de Mariana?); “Se presentó Paco con su perro y sus medicinas” (¿De quién son las medicinas?); “Le cobran 600 nuevos soles por colocarle una pata al profesor en su escritorio” (¿Al profesor o al escritorio?); “Encendedor de bolsillo eléctrico”; (¿El bolsillo o el encendedor?); “Medias para señora Coqueta” (¿La señora o a la marca de la media?)…

Algunos consejos para evitar la ambigüedad de este grupo gramaticalmente incorrecto serían: Repetir la o las palabras necesarias hasta que resulte clara la expresión: “Eduardo me dijo que el miércoles él partiría…” (“él” evita la confusión). Colocar lo más cercanas posible, la o las palabras o frases relacionadas entre sí: “Encendedor eléctrico de bolsillo”. Utilizar bien las preposiciones y los pronombres: “Le cobran 600 nuevos soles por colocarle una pata al escritorio del profesor” (uso de “del” por “al”); “Cuando lo vi a Joaquín con Ana…” (uso de “lo” en vez de “le”). Utilizar cuidadosamente los signos de puntuación: “Se presentó Luis con sus medicinas. Traía, además, un perro”.

Así que, estimado lector, antes de escribir o hablar piense bien porque podría ocasionar más de un lío con una comunicación anfibológica fuera de contexto. Ahora sí… “Hasta mi próxima entrega” o para evitar ambigüedades… “¡Hasta una próxima comunicación en Castellano Actual”.

Carola Tueros

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