“Cuando hacía la calor”

Por , publicado el 4 de enero de 2013

“Que por mayo era por mayo,

cuando hacía la calor,

cuando los trigos encañan

y están los campos en flor,

cuando canta la calandria

y responde el ruiseñor,…”

Estos versos corresponden al inicio del Romance del prisionero, poema del siglo XV. En él, un poeta anónimo nos habla de los trigos, los campos, los pájaros y, si seguimos leyendo todo el poema, de los enamorados y de un prisionero que, desde su oscura celda, no puede participar del esplendor de la primavera. Su único medio para distinguir el día de la noche es una avecilla, que además lo consuela de su soledad. Pero, dejando lo poético a un lado, y con una visión más lingüística, podemos apreciar el uso femenino de la palabra calor (del masculino latino calor). Esta preferencia lingüística por la calor se va a dar hasta el siglo XVIII, quizás por el uso ambiguo que podía originar la terminación -or. En la actualidad queda permitida en los textos literarios con finalidad arcaizante, cuando el escritor pretende imitar la forma de hablar de siglos pasados.

Sin embargo, fuera de todo ámbito literario, resulta familiar sobre todo en el plano oral la combinación del género de calor en su forma masculina y femenina (el calor y la calor). Si bien la RAE y la Asociación de Academias de la Lengua Española reconocen la diversidad de normas, es decir, las variedades de la lengua en cada zona hispanohablante, con respecto a este sustantivo señalan que se trata de una palabra masculina en la lengua general culta (el calor) y sugieren evitar el femenino por considerarse aún vulgar (DPD: 2005). Un caso similar es el de color; por analogía con calor, en determinados ámbitos sociales y culturales, se da un uso generalizado del femenino la color, forma de uso corriente hasta el siglo XVIII. No obstante, al igual que calor se trata de una palabra de género masculino (el color) y no ambigua. Precisamente, los sustantivos ambiguos se caracterizan por su vacilación en el uso del género masculino y femenino, como: el mar/la mar, el azúcar/la azúcar, etc.

La palabra mar se ha venido utilizando en español en ambos géneros. Se trata en realidad de un sustantivo masculino, si bien se registra el uso del género femenino la mar en poesía y en las personas cuya actividad está vinculada directamente con el mar. Encontramos, así, expresiones que describen el estado del mar, como la mar serena, e incluso refranes marinos del tipo: “Más vale fortuna en tierra, que bonanza en la mar”.

En el caso de azúcar, este sustantivo se puede usar en ambos géneros. Cuando no va acompañado de ningún adjetivo se prefiere la forma masculina el azúcar; de lo contrario, puede ir en cualquiera de los dos géneros azúcar blanco o azúcar blanca, aunque suele predominar el femenino. En el habla peruana escuchamos indistintamente la azúcar blanca (rubia) y el azúcar blanca (rubia); sin embargo, resulta poco común el uso masculino del adjetivo el azúcar blanco (rubio), forma lingüística que es considerada también correcta.

Por lo tanto, el calor de nuestra tierra, el color del cielo, el canto del mar son motivos suficientes no solo para disfrutar del verano, sino para conocer aún más nuestra lengua y disfrutar de ella en todas las estaciones del año, aun cuando los trigos encañen, estén los campos en flor y responda el ruiseñor.

Inés Arteaga Campos

Foto: Nicholas_T  (CC BY-2.0)

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INÉS ARTEAGA CAMPOS
(1973-2009)

Trabajó en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Piura desde marzo de 1996 hasta diciembre del 2009. Licenciada en Educación por la Universidad de Piura, máster en Artes Liberales con mención en Pedagogía por la Universidad de Navarra (España) y doctoranda en el programa de doctorado en Lingüística y Filología Hispánica en la Universidad de La Coruña, (España).

Impartió cursos de capacitación y diplomados en comprensión lectora y gramática textual; y publicó algunos manuales de didáctica y gramática para el Sistema de Educación Semipresencial SEAD.

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