Bueno, bueno, bueno…

Por , publicado el 17 de mayo de 2012
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Sin duda, alguna vez habrá oído que hay personas polifacéticas, es decir, que no tienen una sola actividad, sino que siempre parecen encontrar algo nuevo en lo que desempeñarse. Así mismo ocurre en la lengua, pues hay palabras que cumplen distintas funciones, sean gramaticales o pragmáticas, como sucede con bueno. Si nos preguntaran qué trabajo realiza la palabra bueno, en español, seguramente lo primero que se nos ocurriría sería la de adjetivo: niño bueno, año bueno, trabajo bueno, etc. Sin embargo, bueno es una de las palabras más “polifacéticas” del español y, además, de ser adjetivo, se emplea también como “marcador del discurso”. Esto quiere decir que bueno se emplea para guiar las inferencias que se realizan en la comunicación, o sea, ayudan a adelantar información. Si nos detenemos a observar cuándo empleamos bueno en nuestra conversación, veremos que lo hacemos con distintas finalidades, aunque sea algo inconsciente. Veamos algunos casos:

–Cállate, Escolar –rugió Miguel–. Ya estoy grande, no necesito que me cuides.

–Bueno –dijo el Escolar, encogiendo los hombros–. Friégate, no más.

Cuando bueno se emplea como respuesta manifiesta una actitud poco convencida del hablante que lo emplea; informa del mayor o menor grado de entusiasmo o de cooperación con el interlocutor. Esta actitud se percibe a través de la entonación del marcador. Así, la respuesta con bueno por parte del Escolar, personaje del cuento Día domingo de Mario Vargas Llosa, deja claro que accede a hacer lo que se le pide, aunque de mala gana. Lo mismo pasaría si, por ejemplo, le propusiéramos a alguien ir al cine y nos responde con bueno; lo cual nos querrá decir que acepta ir con nosotros, pero, a su vez, que no se muere de ganas por ir.

También empleamos este marcador cuando sabemos o intuimos que la respuesta que vamos a darle a nuestro interlocutor, no será la esperada por él. Con el bueno se suaviza en parte el efecto que podría causar la contrariedad. Por ejemplo: si un padre le pregunta a su hijo si ha sacado veinte en el examen, y este empieza su respuesta con bueno…, vaya sabiendo ese padre que la nota que ha sacado su hijo no es veinte; es más, quizá sea una nota que no es la esperada.

El bueno, además, puede introducir una rectificación a lo que se acaba de decir:

–Pero correr tabla es bien peligroso…

–Sí, pero, o sea, todo deporte tiene riesgos ¿no?, hasta ahora, bueno, los deportes de mesa no, no tienen riesgos.

En el ejemplo anterior, el hablante afirma que todos los deportes son peligrosos, pero ese “todos” resulta demasiado amplio, por lo que se rectifica empleando el bueno y cambiando su postura inicial para indicar que los deportes de mesa serían la excepción a lo que había dicho anteriormente.

Otro caso es el de bueno usado para cambiar de tema dentro de una conversación. Es frecuente que cuando este marcador indica ruptura de la secuencia, vaya introducido por pero. De este modo, el enunciado que encabeza bueno tiene una orientación contraria a la que le precedía, como en este ejemplo:

Sin duda, esta es la parte oscura del desarrollo tecnológico, a saber, el efecto del hombre y sus procesos industriales sobre el medio ambiente. Aquí vemos que el desarrollo no siempre es bienvenido. Pero, bueno, no nos desviemos del tema que más nos interesa, la explicación del proceso productivo.

Bueno también sirve, dentro del discurso, para empezar una intervención, como esta profesora que inicia su clase del siguiente modo: ¡Bueno! Vamos a empezar a escribir, yo, en el pizarrón y ustedes me dictan, así lo escribimos juntos.

Y por último, bueno se emplea para indicar que el turno de habla del emisor está por acabar; es decir, el bueno sería el preámbulo al cierre, como en este ejemplo:

–¿Cuáles son sus lecturas habituales?

–Mis lecturas siempre son de índole histórica, pero no de una historia que está de moda. Yo he cambiado muy poco, en ese sentido, me encontré temprano, no tuve dudas y hasta hoy, bueno sigo siendo el mismo.

Y, bueno, con eso acabamos de hablar de esta particular palabrita del español, que queda sin agotar en esta nota. Así que la próxima vez que la escuchen habrá que prestar atención a ver qué es lo que se oculta detrás de uso: una afirmación poco convincente, una respuesta no esperada, una rectificación, un inicio o un final de turno… y aún hay más.

Shirley J. Cortez González

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