Se murió el celular

Por , publicado el 28 de mayo de 2025

El titular de este artículo es un enunciado que habitualmente empleamos y al hacerlo nos referimos a que el teléfono móvil se quedó sin batería o se estropeó. Personificamos, entonces, al celular —como lo llamamos en Perú— para comunicar más vívidamente nuestras emociones. Y así como lo hacemos con este objeto, usamos esta figura retórica en muchas otras circunstancias. 

La personificación, prosopopeya o metagoge es un recurso literario que consiste en atribuir cualidades, rasgos y comportamientos humanos a cosas, animales, inclusive, a conceptos abstractos. Por citar algunos ejemplos, tenemos que el espejo mágico habla en el cuento de Blancanieves (1812), los animales cantan en la película Sing (2016) y la muerte, llamada Peregrina, es una mujer en la obra La dama del alba de Alejandro Casona (1944). 

En la misma línea, el Diccionario de la lengua española (2024, v. 23.8) define prosopopeya como ‘atribución, a las cosas inanimadas o abstractas, de acciones y cualidades propias de los seres animados, o a los seres irracionales de las del ser humano’. Así, en una fábula los animales no solo platican, sino que tienen pensamiento crítico, saben razonar y toman buenas decisiones como en la precuela Mufasa: El rey león (2024), donde sus personajes animados transmiten muchos valores y enseñanzas morales.  

La personificación no solo se emplea en los cuentos, películas o novelas, sino también en otros ámbitos como la poesía, la publicidad, el periodismo, etc., por ejemplo, en el poema La guitarra de Federico García Lorca se repite constantemente que la guitarra llora: «Empieza el llanto / de la guitarra (…). / Llora monótona / como llora el agua, / como llora el viento / sobre la nevada. / Es imposible / callarla. / Llora por cosas / lejanas…» (Poema del cante jondo, 1931); en la industria publicitaria es conocido el caso del carismático Hombre Michelin o Bibendum, inspirado en una pila de llantas, que tiene más de 100 años simbolizando a la marca de neumáticos Michelin. Este personaje creado en 1898 tanto caló en la recordación del cliente que en el lenguaje coloquial actualmente empleamos la palabra michelines para indicar que estamos un poco subidos de peso o tenemos algunos rollitos, llantitas o lorzas como se dice coloquialmente en España; en el acontecer noticioso es pan de cada día el uso de la prosopopeya como El corazón verde de Lima (El Peruano [Pe.] 26.05.2025); La ciencia argentina está contra las cuerdas (Página12 [Arg.] 25.05.2025); Nuevos chalecos no frenan robo (El Popular [Pe.] 26.05.2025), etcétera.  

De igual modo, la utilizamos hasta sin darnos cuenta en distintos contextos comunicativos, sobre todo, coloquiales: Esa torta me está haciendo ojitos; El reloj chilla sin parar; El foco parpadea; La cama me invita a dormir; Las sábanas pedían a gritos que las lavaran; El Sol se escondió tras el cielo gris limeño; El hambre no perdona; El amor tocó a su puerta; La tristeza se asomó de pronto; El dinero saltó de la billetera y se esfumó en un santiamén; La casa guardaba todos sus secretos, etcétera. 

Se caracteriza por un lenguaje creativo y sencillo, pues su finalidad es conectar rápidamente al interlocutor con el mensaje transmitido. Permite en el mundo literario que las escenas sean más emocionantes al estimular la imaginación como en el verso «Las horas se arrastraban hasta el regreso de su madre», donde al personificar las horas arrastrándose se da la idea de lentitud a la espera de un ser querido; de esta manera, se logra involucrar al receptor con la sensación de nostalgia y, a la vez, ansiedad por el parsimonioso paso del tiempo.  

En otros ámbitos comunicativos, ayuda a ser empático y comprender de una forma más sugestiva e inmersiva las informaciones complejas o conceptos abstractos como en La montaña que devoró un pueblo (El Mundo [Esp.] 06.05.2015,) donde se sensibiliza al lector con lo ocurrido en el terremoto de Huaraz (Áncash, Perú) del 31 de mayo de 1970, pues ese movimiento telúrico de 7,9 grados provocó que un pico del nevado Huascarán sepultara a la ciudad de Yungay. 

Entendiendo que la personificación busca captar la atención con fórmulas más ingeniosas, empleémosla para atraer el interés del público con un talante más llamativo y lograr conmoverlo cuando es debido. Si se murió el celular, tocará, entonces, intentar revivirlo. Por ahora, los dejo hasta que mi pluma los visite en una próxima entrega. 

 

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