Frases que no se las lleva el agua
Por Karent Urízar González, publicado el 8 de mayo de 2025Las expresiones fraseológicas del español popular condensan siglos de experiencia colectiva, imaginario simbólico y sabiduría cultural altamente expresiva. Estas fórmulas, de uso frecuente, exhiben una amplia variedad de estructuras gramaticales y cumplen funciones comunicativas específicas, ya sean sociales, afectivas o morales. No está de más decir que cada refrán puede tener sus variantes e incluso un refrán puede tener su refrán sinónimo o antónimo, como se puede ver en el Refranero multilingüe del Centro Virtual Cervantes. En este artículo trataremos de analizar, desde el punto de vista gramatical y pragmático aquellas que contienen la palabra agua, debido a la riqueza en características y simbolismos que se hacen de ella.
Gramaticalmente, estas expresiones presentan gran riqueza formal. Uno de los esquemas más productivos es el de las oraciones en las que se omite una palabra y se hace uso de una coma elíptica, como En abril, aguas mil o Agua de mayo, pan para todo el año. En la primera se ha eliminado el verbo hay, y en la segunda el verbo trae o provee. Esta pausa en el discurso le proporciona ritmo a la frase.
Otro grupo relevante lo conforman las estructuras copulativas con el verbo estar, como estar con el agua hasta el cuello; estar como pez en el agua o estar más claro que el agua. Aquí, el verbo actúa como núcleo de predicados que expresan estados físicos, emocionales o cognitivos. Los complementos adquieren valor metafórico al referirse no al líquido en sí, sino a situaciones existenciales o sociales: la primera se utiliza en situaciones comprometidas; en el caso de la segunda, la comparación directa pondera el grado de adaptación de un sujeto a su entorno, y en la última se intensifica la cualidad de comprensible.
Las construcciones negativas, desiderativas o exclamativas, como Agua pasada no mueve molino; Del agua mansa líbreme Dios que de las bravas me libro yo o Nunca digas: ‘De esta agua no beberé’, muestran usos más cargados pragmáticamente, ya que modelan las conductas del hablante. En la primera, el hablante no quiere verse afectado por el pasado y, por lo tanto, manifiesta una idea de oportunidad para seguir adelante; la segunda exhorta a ser precavidos ante las apariencias de las personas; y la tercera, de uso frecuente ya desde tiempos del Quijote, señala que no sabemos si estaremos libres de que nos suceda eso que se menciona.
Por otro lado, las construcciones con verbos pronominales y reflexivos, como ahogarse en un vaso de agua y hacérsele (a alguien) agua la boca (o los ojos), enfatizan la experiencia subjetiva del hablante o del referente mediante los pronombres se, me, lo que intensifica el componente emocional o fisiológico ante los problemas o lo que se ansía. También son relevantes las expresiones que indican movimiento o transformación, como volver las aguas a su cauce; nadar entre dos aguas o lanzarse al agua, locuciones verbales con función discursiva de enmarque narrativo: introducen el comienzo, el desarrollo o la resolución de situaciones.
Otro grupo particularmente funcional lo constituyen las comparaciones con como o que, presentes en como dos gotas de agua o la mencionada más claro que el agua. Estas construcciones utilizan el recurso gramatical de la comparación para establecer relaciones de semejanza o evidencia absolutas.
Por último, varias expresiones con agua cumplen una función claramente evaluativa o normativa, como llevar el agua a su (propio) molino o Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe. Estas estructuras complejas suelen tener un verbo transitivo, un complemento directo y un modificador circunstancial que trazan un esquema de acción con consecuencias y permiten formular advertencias, críticas o generalizaciones sobre la conducta humana.
En conjunto, la fraseología construida en torno al agua revela una doble riqueza: gramatical, por la variedad y plasticidad de sus estructuras; y pragmática, por su capacidad para actuar como vehículo de transmisión de valores, gestión emocional y regulación discursiva. A través de estas expresiones, el lenguaje da forma a la experiencia colectiva y la refleja simbólicamente, convirtiendo el agua —fluida, adaptable y esencial— en el espejo sintáctico y pragmático de la vida social.