Ficciones, de Jorge Luis Borges

Por , publicado el 17 de enero de 2022

Sin duda habrá desacuerdos acerca del mejor libro para introducirse en la obra narrativa de Jorge Luis Borges (1899-1986), ese gran escritor argentino de prosa clara y mundo intrincado. Se remontarán unos al célebre El Aleph; otros más cautos recomendarán sus más depuradas recopilaciones de madurez como El libro de arena o El informe de Brodie. Previsibles entusiastas recomendarán el abordaje directo de sus Obras completas (que su mismo autor se cuidó bien de recortar), y no faltarán los que lleguen a la misma conclusión por vía opuesta, alegando que poco importa el orden de lectura ante la fidelidad de Borges a un reducido número de temas.

Así que, por no presumir de originalidad, recomendaremos empezar por el principio. Es decir, por Ficciones, la primera reunión de cuentos originales (en realidad, suma de dos previas) que Borges quiso salvar del inexorable olvido. Varias de las piezas que lo integran bien podrían hacer pensar al lector que el título encierra un engaño, puesto que adoptan la forma de ensayos eruditos que, aunque antes o después podrán identificarse como fantasiosos, no poseen ciertamente el registro con el que un relato se acostumbra a presentar.

Los límites difusos entre la realidad y la ficción son solamente una muestra de una difuminación mucho más importante a lo largo de los cuentos del volumen: la que existe entre dos posibles fuerzas rectoras del universo, como el ciego azar y o el riguroso destino, cuyas leyes trata persistentemente la humanidad (desde la civilización hasta el mero individuo) de elucidar, adivinar o imaginar. Orden y desorden pueden a veces coincidir, como en «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius», donde la reseña enciclopédica de una cultura que ha renunciado como ilusoria a toda generalización acaba revelando el secreto designio de unos impostores de ambición mundial. Al igual que estos enciclopedistas clandestinos, detrás de los enigmas que plantean otros cuentos de Ficciones podremos descubrir al concienzudo criminal que embosca a su perseguidor o los conspiradores políticos que involucran una ciudad entera en la ejecución ejemplar de un traidor. Por el contrario, detrás de vastas organizaciones que todo el mundo da por ciertas («La lotería en Babilonia», «La Secta del Fénix») parecen translucirse tan solo la costumbre inmemorial.

Esa conciencia borgesiana del caos procede de su enfrentamiento con la infinita (literalmente) variedad del mundo. La plena revelación de esta puede tener más de condena que de don («Funes el memorioso» nos presenta un personaje capaz de recordar todo; «La biblioteca de Babel», el alucinante edificio que alberga todos los libros existentes y posibles), pero no por ello deja de ser anhelo de quienes no se resignan a contentarse con una sola opción real de la existencia frente a sus infinitas posibilidades. Así parecen discurrir los imaginarios escritores Herbert Quain o Ts’ui Pên, sorprendentemente actuales para esta época nuestra que en sus propias ficciones discurre multiversos y se subleva contra lo irreversible.

Referirse a la mencionada imagen del mundo como una biblioteca infinita resulta un tópico cuando hablamos de Borges. Su mundo es literario, de lector y también de escritor que necesita volcarse al divino (también literalmente) oficio de crear. En «El milagro secreto» o «Las ruinas circulares», la trabajosa elaboración de una obra o de un sueño parecen justificar la propia existencia del creador. El autor del libro dedica varios de sus textos a comentar obras literarias imaginarias, incluida la aparente broma de «Pierre Menard, autor del Quijote», que nos recuerda hasta qué punto el texto acaba por ser menos importante para entender un libro que la infinitud de sus lecturas. Los detectives de sus relatos policiales («El jardín de senderos que se bifurcan», «La muerte y la brújula», «Tema del traidor y el héroe») hallan en los libros la clave de sus pesquisas; nosotros mismos, como lectores, podemos transformar el poético misterio de «El fin» en una poética certeza si conocemos previamente Martín Fierro, el venerado clásico de la poesía gauchesca argentina.

Tanto los cuentos de tema gauchesco como aquellos que se construyen sobre el modelo detectivesco se caracterizan por lo inesperado y repentino de sus desenlaces, reveladores de una perspectiva, a menudo paradójica, que el lector difícilmente habrá considerado previamente: la pasividad o el heroísmo pueden verse transformados en coraje o cobardía, y viceversa. Por otra parte, este grupo de relatos de enigma y crimen nos recuerdan a menudo otro anhelo de nuestro escritor libresco, el de la aventura y el heroísmo personal. Quizá el título que más refleja esta disyuntiva entre dos destinos posibles de un mismo personaje se encuentre en «El Sur», con el que se cierra el volumen y, a menudo, se abre al lector la búsqueda de nuevos títulos del laberíntico narrador (también exquisito poeta y ensayista) Jorge Luis Borges.

*Fuente de la imagen: Wikimedia Commons

Un comentario

  • Jacinto Gonzales dice:

    Cuál es la posición de Castellano Actual acerca de “DESCAMBIAR” la que, desde ya, será la “Palara del Año 2022”.

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