“Chapa tu choro”, dos peruanismos al paso

Por , publicado el 2 de noviembre de 2015

chapatuchoro

Más allá de su idoneidad y licitud, la controvertida campaña “Chapa tu choro”, lanzada hace poco como medida para afrontar la creciente inseguridad ciudadana, sirve para hablar de dos términos usuales en el español peruano, que algún lector de fuera quizá se quede sin comprender: chapar y choro.

El verbo chapar presenta distintas acepciones en el uso peruano, compartidas con algunas zonas americanas (Bolivia, Argentina, Uruguay), que recoge con detalle el Diccionario de americanismos (2010). En primer lugar, chapar equivale a ‘tomar’, ‘asir’ o ‘coger’ (algo), como en la peruanísima frase Chapa tu combi y arranca, para indicar a alguien (de mala manera) que no se entrometa. También significa ‘atrapar algo que ha sido arrojado al aire’, como se recoge en esta noticia deportiva: Ni bien chapa la pelota, busca acomodarse para su mejor perfil y disparar al arco (depor.pe, 25/04/15) o ‘sorprender a alguien en una actividad ilícita o indebida’, verbo que más de una vez habrán los hijos escuchado de boca de sus madres al verse descubiertos en sus travesuras: ¡Ajá! ¡Te chapé, bandido! Ya vi lo que estás haciendo. Significa, de otro lado, ‘besar a alguien en la boca’, que va de la mano con el sustantivo chape, utilizado en la locución verbal equivalente dar un chape (a alguien), usados en ámbitos informales, coloquiales.

En la campaña en cuestión se usa el verbo chapar con el significado de ‘coger, pillar, atrapar a alguien’ (al choro en este caso). Vinculado a esta acepción, se emplea el sustantivo chapadas, para referirse al juego infantil en el que un niño debe perseguir y atrapar a otro(s).

Chapar es verbo transitivo, por lo que admite la presencia de un complemento directo, tanto de cosa como de persona. En el primer caso, el complemento se introduce sin necesidad de nexo (preposición a), como en chapa tu combi o chapa la pelota; en cambio, si el complemento es de persona y, además, tiene un referente específico, el verbo exige la presencia del nexo.

Ahora bien, en “Chapa tu choro” se omite la preposición, debido probablemente a una interferencia con la oralidad, ya que el fonema /a/ se presenta de forma contigua en la parte final del verbo (chap -a) y en el nexo, lo que lleva a que el hablante, haciendo una sinalefa,  pronuncie una sola a, que en la escritura se termina perdiendo, lo que, sin embargo, no ocurre con el verbo en indefinido, con terminación -e: Y tú, ¿ya chapaste a tu choro?

En cuanto a choro, según el Diccionario de americanismos (2010), se emplea en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Chile, Argentina y Perú para designar al ‘ladrón’, en concreto, al de poca monta, lo que en España llaman ‘chorizo’. Según el diccionario académico (2014), es palabra de origen indio introducida a través del caló, lengua de los gitanos, donde se incluyepor primera vez en 1947, como andalucismo, rasgo que pierde más adelante a favor de la marca etimológica caló. No obstante, ya desde 1853, Gaspar y Roig la incluyen como voz de germanía.

En Perú, esta voz no la recoge tempranamente Arona; Ricardo Palma la incluye en sus Papeletas (1903), pero como voz quechua para designar al ‘mejillón’ (que es otra de las acepciones que recibe esta palabra en Perú, Chile, Bolivia y Guatemala). Con la acepción de ‘ladrón’, se halla en los repertorios más actuales, de mediados del siglo XX en adelante, que incluyen, además, sus derivados: el verbo chorear, y a partir de este, choreo y choreada (este último usado como adjetivo o sustantivo), tal como muestran estos ejemplos: Policías presos por choreo de gasolina (trome.pe 14/3/14); Pero el choro no opera con su propia moto, sino con moto choreada ¿Y cómo te chorean la moto? (todoautos.pe, 4/4/10). Por su parte, Martha Hildebrandt en sus 1000 palabras y frases peruanas (2011) incluye en la acepción de choro un sinónimo: chorifaite, compuesto por choro más faite, adaptación peruana del anglicismo fighter, que en el uso actual ha quedado reducido a faite, con el significado de ‘delincuente’, ‘matón’, ‘pendenciero’.

En conclusión, las palabras, que nos permiten designar la realidad, son también un reflejo de la sociedad en que se usan. No es de extrañar, pues, que en un país con una “sensación” de inseguridad ciudadana cada vez mayor, chapar y choro sean dos palabras con plena vitalidad y productividad en el habla coloquial, informal.

Shirley Cortez González

Universidad de Piura

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