A la lengua española: ¡Te declaro inocente!

Por , publicado el 24 de agosto de 2023

En los últimos años, la lengua española ha sido acusada de exclusión en primer grado, cuyo castigo –según la parte denunciante, compuesta por movimientos que se sienten excluidos– debe ser una modificación inclusiva para mencionar a todos y todas. Pero antes de conocer de qué se le acusa al español, es menester recordar que la lengua es el conjunto de signos usados en una sociedad para la comunicación. Es decir, el ser humano se sirve de la lengua para saciar su necesidad de comunicarse, y no al revés, esto es, no es la lengua un ente que puede trasmitir o deducir información. Aunque a ningún juez le tocará mejor acusado que el español, ni siquiera el que sentenció a Al Capone –el pillo contrabandista estadounidense– es tan privilegiado, he de admitir que nosotros también somos jueces, en la medida en que emitimos juicios de valor, y muchas veces juzgar nos lleva a excluir sin razones coherentes; es decir, caemos en la discriminación. 

De eso se le acusa a la lengua, de discriminar e invisibilizar a las mujeres. Se afirma que históricamente el varón ha dominado el lenguaje para excluir a la mujer y, así, mantener su supremacía; se le acusa de excluir al género gramatical femenino y no nombrar a las mujeres. Además, se dice que es machista y, por tanto, responsable de que la sociedad también lo sea. Los denunciantes afirman que hay una relación de causa-efecto entre la lengua y la sociedad: si la lengua es machista, entonces los usuarios también lo serán.  

Ante estas acusaciones, el juez RESUELVE declarar IMPROCEDENTE el pedido del denunciante y expone con fundamento que lo cierto es que la historia del lenguaje demuestra que el primer género creado fue el femenino, debido a la importancia que la mujer empezó a tener en la sociedad. Según la filóloga María Ángeles Calero (Sexismo lingüístico, 1999), el indoeuropeo –del cual surgió el origen de nuestra lengua española: el latín– contaba con dos géneros que distinguían a los objetos inertes de los seres vivos (ser humano o animal), este es el genérico que incluía a todos, el que hoy utilizamos, por ejemplo, para decir trabajadores o alumnos. 

Después habría habido un hecho histórico que marcó la visibilidad del sexo femenino por encima del masculino: la revolución agrícola del Neolítico. Es lógico que debido al instinto de supervivencia se haya empezado a valorar mucho más a la mujer, que garantizaba la descendencia, y a la hembra, que podía reproducir el ganado. Ubicándonos en el tiempo, entonces, para este momento ya existían dos formas: genérico y femenino; y luego de la aparición del género femenino, el genérico tuvo que desdoblarse: por ejemplo, existe la palabra profesora, pero no *profesoro, sino profesor. Por lo tanto, en palabras de la filóloga María Márquez (Bases epistemológicas del debate sobre el sexismo lingüístico, 2016), la tesis de que el hombre se adueñó del genérico para oprimir a la mujer es científicamente indemostrable y, probablemente, falsa.  

Asimismo, después de analizar la segunda acusación, el juez RESUELVE declararla IMPROCEDENTE y EXPONE QUE la afirmación «Si no me nombras, no existo» se debe al desconocimiento de la historia del lenguaje, lo que demuestra científicamente que el genérico todos contiene en su significado a ambos géneros gramaticales. Además, cuando usamos el genérico en la vida cotidiana, es imposible para el hablante imaginar solo a un grupo de hombres; por ejemplo, si menciono a la Comisión de Parlamentarios, entenderá mi interlocutor que hay tanto varones como mujeres, y es improbable que me pregunte: «¿Entonces hay parlamentarios varones y también parlamentarias mujeres?». Lo explican las investigadoras feministas Aguasvivas Catalá y Enriqueta García (Ideología sexista y lenguaje, 1995): «No se debe confundir la ausencia del femenino en el significante (la palabra o signo) con la invisibilidad en el significado».  

Como ya se dijo anteriormente, la última acusación que le hacen a la lengua española es que es responsable de que la sociedad sea machista. La solución que se plantea es hacer más inclusivo el lenguaje neutralizando el género (el alumnado) o desplegando ambos géneros gramaticales (los profesores extraordinarios y las profesoras extraordinarias). Si es el lenguaje el que hace a la sociedad, entonces, aquella lengua en la que prime el neutro dará lugar a una sociedad más inclusiva, y las lenguas que tengan el genérico femenino tendrán sociedades matriarcales. Sobre esto, el juez coincide con Álex Grijelmo: la lengua no determina la sociedad, porque de hecho hay sociedades no menos machistas que otras pero cuya lengua es inclusiva, como es el caso de le lengua turca, que cuenta con pocas palabras dotadas de género.  

CONSIDERANDO lo anteriormente previsto, el juez se pone de pie y DICTA su sentencia para todos los señores: en primer lugar, el lenguaje carece de responsabilidad en la discriminación social porque la historia lo demuestra; en segundo lugar, lo que no se nombra sí existe; por último, aunque es comprensible que en la realidad haya muchos casos en los que el varón invisibilice a la mujer con actitudes machistas, el lenguaje no es culpable ni cómplice. Sin embargo, la sentencia para el derecho no termina en su aclaración, sino que da una propuesta universal: obtener el bien común, lo cual incluye la erradicación del machismo, haciendo políticas públicas efectivas para las personas, no para un conjunto de signos inanimados. 

Alison Mauriola 

*Estudiante de Derecho de la Universidad de Piura. Correctora de estilo y editora de Qhatu Editorial 

2 comentarios

  • Rosario dice:

    Excelente trabajo,siempre trato de entender cada vez que escribes y hago mi mayor esfuerzo.

  • Jesus Alfaro dice:

    Ya era oportuno un comentario como el reseñado, correctisimo y agudo. Gracias por el aporte y felicitaciones.

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