¿Un quijote en la Academia o un Quijote en la academia? La antonomasia

Por , publicado el 30 de julio de 2018

La ortografía de la lengua española diferencia entre la escritura de los nombres propios y la de los comunes mediante las mayúsculas y minúsculas, respectivamente. De esta manera, en la expresión la cordillera de los Andes, se escribe Andes con inicial mayúscula por ser el sustantivo propio, y cordillera con minúscula por ser el nombre común o genérico. No obstante, en nuestra lengua, un nombre común puede llegar a escribirse con mayúscula: La Academia no realiza solo una foto de la lengua de hoy, sino también de lo que hemos heredado (El País [Madrid] 21/12/2017); y un nombre propio puede escribirse con minúscula: Se comportó como un judas. Todo esto es posible en virtud de un proceso lingüístico conocido como antonomasia.

El Diccionario de la lengua española (2014) empieza definiendo a la antonomasia como ‘sinécdoque’. Según Manuel Casado, en su libro Apuntes de lexicología: el neologismo (2013: 22), la sinécdoque consiste en designar una cosa con el nombre de otra: decimos los mortales en lugar de los hombres, la ciudad en lugar de los habitantes, la Voz en lugar de Frank Sinatra, o —como en los ejemplos anteriores— para referirnos a la Real Academia Española, mencionamos la Academia, y en alusión a un hombre traidor, empleamos judas. Asimismo, y tal como se puede apreciar, la sinécdoque está determinada por vínculos que recogen algún rasgo o condición del referente original. Un ejemplo más sería Ciudad Blanca, expresión con la que nos referimos a Arequipa, cuyas construcciones están hechas en sillar (piedra volcánica blanca).

La antonomasia —como un tipo de sinécdoque— constituye una figura retórica que consiste en la sustitución de un nombre propio por un nombre común o la sustitución de un nombre común por un nombre propio (Clave: diccionario de uso del español actual, 1997). Así, por ejemplo, para nombrar a Aristóteles —destacado filósofo y científico de la antigua Grecia— podríamos emplear un nombre apelativo: El Filósofo nos enseñó a pensar; y para hacer referencia a un hombre cruel, podríamos utilizar un nombre propio: Es un nerón con su familia. A partir de los ejemplos, cabe preguntarnos cómo es posible que un término común como filósofo se escriba en mayúscula y un nombre propio como Nerón, en minúscula.

La antonomasia permite que una expresión común o apelativa adquiera el valor de un nombre propio genuino y lo sustituya en todos sus contextos, de manera que su referente sea el mismo que el del sustantivo propio al que reemplaza (Ortografía de la lengua española, 2010: 457). En consecuencia, se escribe con inicial mayúscula los elementos significativos de las denominaciones comunes que —por antonomasia— toman valor de nombre propio, como algunos topónimos (la Santa Sede [por el Vaticano], la Isla de Encanto [por Puerto Rico], el Viejo Continente [por Europa], la Incontrastable [por Huancayo]); las alternativas estilísticas de antropónimos  —en los que entran a tallar los apodos, sobrenombres seudónimos y apelativos religiosos— (el Rey del Pop [por Michael Jackson], la Dama de Hierro [por Margaret Thatcher], Jack el Destripador, Alfonso X el Sabio, el Conde de Lemos [seudónimo del escritor Abraham Valdelomar], el Salvador  [por Jesucristo], el Creador [por Dios], la Virgen [por María]).

Asimismo, se aplica la mayúscula inicial a los nombres genéricos que —por antonomasia— designan algunos accidentes geográficos: la Cordillera (por la cordillera de los Andes), el Golfo (por el golfo de México), el Canal (por el canal de Panamá); así también la forma abreviada de las expresiones denominativas de algunos organismos, entidades e instituciones: la Academia (por la Real Academia Española), la Católica (por la Pontificia Universidad Católica del Perú), la Marina (por la Marina de Guerra del Perú). Cabe señalar que estos usos solo son admisibles cuando la referencia de la denominación es inequívoca y si en el texto ya ha aparecido el nombre completo que explica la referencia (Ibíd., pp. 457-458).

No están exentas de escribirse con mayúscula las formas de Estado y de gobierno que se utilizan antonomásticamente para designar períodos concretos de la historia (Antiguo Régimen [por Edad Moderna], Nuevo Régimen [por Edad Contemporánea], la Colonia [por el período colonial hispanoamericano]); los sucesos históricos que no refieren de manera directa o transparente a los acontecimientos (la Gran Depresión, la Semana Trágica, la Reconquista) y las denominaciones antonomásticas de libros sagrados (las Sagradas Escrituras [por la Biblia] o el Antiguo Testamento [referido al Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio]).

Por otro lado, los nombres propios se emplean como comunes cuando —por antonomasia— adquieren significado léxico, y designan clases de seres que presentan determinados rasgos: Es todo un don juan (por hombre seductor). Se escriben con minúscula, por tanto, los nombres propios que aluden a un producto o a un objeto con él relacionado y cuando proceden del nombre propio de su inventor, descubridor o fabricante: Me compré unos quevedos (por cierto tipo de lentes); Es importante enseñar braille a quienes sí ven (La República [Lima] 15/5/2016) (por Louis Braille, quien diseñó el sistema); En Europa, el diésel se había vuelto el tipo de motor más extendido (El Comercio [Lima] 18/11/2017) (por el inventor Rudof Diesel). No obstante, cuando se emplea el nombre de un autor para designar su obra de arte, se conserva la mayúscula del antropónimo, destacando así la relación directa del autor con sus obras: Se exponen varios Picassos en el Museo de la Nación; Un nuevo Van Gogh para la provincia de Brabante (Holland, 22/11/2017).

Así mismo, se escriben con minúscula los nombres propios que designan seres que presentan los rasgos más destacables del referente original, convertidos ya en un arquetipo (Ibíd., p. 468): Vestía siempre elegantemente, era un adonis (por ‘hombre muy guapo’); Es el quijote del grupo (por ‘hombre idealista’); en cambio, conservan la mayúscula los nombres propios pluriverbales y aquellos cuyo empleo no se ha generalizado: Está en su dormitorio, hecho un Hamlet; A veces nos encontramos con algún Francisco de Asís que nos enseña con el ejemplo.

Por último, las marcas y nombres comerciales solo se escriben en minúscula cuando ya no designan exclusivamente a un producto u objeto de esa marca, sino a una clase de objetos o productos con sus mismas características, es decir, el nombre propio se convierte en nombre común: Covergirl lanza un nuevo rímel y delineador (La Nación, 13/7/2016)(rímel [‘máscara de pestañas de cualquier marca’; de Rimmel, marca registrada]); Sacó un clínex de su bolso, y secó sus lágrimas (clínex [‘pañuelo de cualquier marca’; de Kleenex, marca registrada]).

Cynthia Briceño Valiente

4 comentarios

  • Anónimo dice:

    ¿Habrán leído esta Entrada reciente los que aún preguntan si es ha habido o a habido?
    Y si la han leído, ¿habrán entendido algo?

  • Carlos GN dice:

    Estimada Cynthia Briceño:
    La felicito por este excelente artículo. Con la explicación de esta figura retórica me ha aclarado ciertas dudas, específicamente en los casos que usted expone.
    Saludos cordiales,

  • Carlos Alberto Leiva gallardo dice:

    Se llama ciudad blanca porque en el virreinato Arequipa tenía la mayor población de raza blanca ,por eso se llama ciudad blanca ,no es por el sillar.

  • Anónimo dice:

    Carlos Alberto,, ¿estás seguro? ¿Porqué no nos das una referencia que lo documente?

Deja un comentario

×