¡Qué puntual has llegado: la reunión empezó hace una hora!

Por , publicado el 3 de mayo de 2023

En una reunión de trabajo, un amigo le dice al otro que acaba de llegar y se ha sentado a su costado: ¡Qué puntual has llegado: la reunión empezó hace una hora! Al escuchar esta expresión, nos puede resultar un poco confuso y hasta ilógico, por lo que nos podríamos preguntar: ¿realmente cree el que habla que su amigo ha llegado puntual? Evidentemente, no, ya que él mismo dice que tiene sesenta minutos de retraso. Desde luego, estamos ante una forma de lenguaje no literal: la ironía verbal.

Tradicionalmente la ironía ha sido caracterizada por expresar lo opuesto a lo dicho; sin embargo, definirla como tal sería limitar su campo de acción. Desde la Pragmática, distintas teorías (Grice, 1975; Wilson y Sperber, 1992; Utsumi, 2000) han intentado describirla, principalmente, como un fenómeno lingüístico caracterizado por transmitir un significado que discrepa de lo manifestado literalmente, cargado de sentido de humor, donde el ironista espera que el receptor interprete el significado real apoyado del contexto comunicativo. Por ejemplo, en el enunciado anterior, el ironista pretende transmitir, con sentido del humor, que su amigo ha llegado tarde a la reunión. No espera que su amigo se identifique con el sentido literal de ser puntual, sino que, a partir del reconocimiento de la incongruencia entre el ser puntual y el llegar a una reunión después de una hora de haberse iniciado, logre entender el mensaje pretendido.

Es un hecho que en nuestras conversaciones diarias nos encontramos con distintas expresiones irónicas; el ironista recurre a ellas para manifestar distintas intenciones, las cuales se sintetizan básicamente en dos: la crítica y el humor (Kŏcman, La ironía verbal como semejanza incongruente, 2013). Por ejemplo, un jefe, un poco molesto, tras recibir un informe con muchos errores, le dice a su asistente: Gracias por redactar este excelente informe; expresión que refleja la actitud crítica que tiene el jefe para con su asistente. Sin embargo, también podemos escuchar enunciados irónicos con un fin más humorístico: ¡Esa sí que es tu talla! (uno le dice a su primo que se ha probado un polo que le queda corto). El ironista solo pretende bromear al otro, a la vez de mostrarle su desacuerdo con la talla del polo.

De igual modo, cabe destacar que la ironía revela el papel que juegan los factores extralingüísticos en una situación comunicativa. En efecto, si el contexto en el que se enuncia la ironía es desconocido por el receptor, este no podrá realizar las inferencias pertinentes y la comunicación no sería exitosa. Si escuchamos una tarde de febrero: Ponte una casaca; te congelarás con este frío piurano, nuestro receptor tiene que saber que la ciudad norteña es conocida como una de las más calurosas, por lo que colocarse una casaca una tarde verano en Piura sería sofocante.

El hablante se vale de diversas formas para manifestar enunciados irónicos, los cuales no necesariamente tienen la intención de expresar significados contrarios. Así, podemos escuchar que un amigo le dice al otro que está manejando lento el auto: ¡Sigue manejando así y seremos los primeros en llegar a la reunión!, expresión que no necesariamente nos lleva a entender que serán los últimos en llegar a la reunión, aunque sí más tarde de la hora prevista. De igual modo, las expresiones irónicas pueden caracterizarse por la presencia de una exageración, tal como sucede cuando en una tarde lluviosa y fría de invierno alguien dice: ¡Es el día más soleado de toda mi vida!; claramente, podría referirse a una tarde fría, mas no necesariamente a la más gélida de todas las vividas. También podemos escuchar expresiones como ¿Deseas más?, después de que un amigo se ha acabado todo el pedazo de torta cuando solo le invitaron un bocado. Con esta interrogación retórica, pues no se espera una respuesta, se pretende destacar, con humor, la queja de haberlo dejado sin su pastel.

Con todo, más allá de lo que hubiéramos creído, es evidente el carácter pragmático de las ironías y cómo estas forman parte de nuestro día a día. Es decir, no son una estrategia retórica solo al alcance de oradores y de cómicos, sino que el uso común del lenguaje está lleno de ellas, ya sea para suavizar o para zaherir.

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