¿Por qué el hada madrina? 

Por , publicado el 21 de diciembre de 2022

«¿Por qué el hada madrina y no la hada madrina si lo que yo veo es una señora?» fue la pregunta con la que me interrumpió mi sobrina cuando llegamos a la escena de la aparición de este personaje en el cuento que estábamos leyendo. Me dejó fría. Ahora, cómo le explico a una niña de seis años el caso del artículo ante nombres femeninos que comienzan por /a/ tónica, pensé. Hada tiene género femenino, le dije, y por eso decimos las hadas. Se quedó pensando, aceptó mi escueta explicación, y continuamos leyendo. 

Me valgo de esta peculiar anécdota para escribir sobre uno de los aspectos gramaticales más complicados de entender, pero más sencillos de explicar. ¿Por qué el hada, el agua, el alma y el área? ¿Por qué si hada, agua, alma y área son femeninos, según lo podemos verificar en el diccionario, van precedidos por el artículo el y no por la? Para responder, primero debemos aclarar que ese artículo, pese a las apariencias, no es el artículo el (masculino), sino una variante del artículo la, y la razón está en que, históricamente, el artículo determinado español deriva de los demostrativos latinos ille (> el), illa (> la) e illud (> lo); y que, según lo recoge la Nueva gramática de la lengua española, «nació como resultado de la fusión fonética de la vocal final de la forma bisilábica femenina ela con la primera de los sustantivos que comienzan por /a/ tónica (ela alma > el alma; ela hada > el hada)» (2009: 1033). 

Dicho esto, entonces, queda claro que los sustantivos que empiezan con a- o ha- tónicas en singular (lleven o no tilde) van precedidos por el artículo definido el (el aula, el águila, el hacha, el hambre), pero también esto se aplica para el artículo indefinido un (un aula, un águila, un hacha), y, por extensión, para las formas apocopadas de los cuantificadores alguno y ninguno: algún aula, ningún águila… En todos estos casos no debemos olvidarnos, además, de mantener la concordancia en femenino si van seguidos de adjetivos (el aula inmensa, un águila enferma, un hacha filuda); en cambio, si los adjetivos van antepuestos a dichos sustantivos se recupera, en todos los casos, las formas femeninas (la inmensa aula, una enferma águila, ninguna filuda hacha), tal como ocurre con los plurales: las aulas, unas águilas, unas hachas. 

Son excepciones, en cambio, los nombres de las letras a (la a) y h (la hache), la ciudad La Haya, los sustantivos comunes en cuanto al género que definen el sexo mediante el artículo (el árabe / la árabe), los nombres comerciales en los que percibimos la elipsis de la palabra empresa (la Alfa Romeo, la Apple, la Audi), las siglas y acrónimos cuyo núcleo sea un sustantivo femenino (la AFP por la Asociación de Fondo de Pensiones, la AMPE por Asociación de Municipalidades del Perú), los nombres y apellidos de mujeres (la Ana, una Ángeles), los diminutivos y aumentativos porque la a- y la ha- iniciales dejan de ser tónicas (la agüita, una almita, una hachaza), y el sustantivo árbitra, muy usado últimamente (la árbitra, una árbitra). 

Cabe precisar, además, que por una falsa relación están bastante extendidos, tanto en el plano oral como en el escrito, usos tales como *este agua, *ese águila, *poco agua, *mucho hambre que son incorrectos, pues este cambio del que hemos hablado no ocurre ni con los demostrativos (este, ese y aquel) ni con los indefinidos (poco, mucho, todo). 

Finalmente, quisiera precisar que tampoco la palabra autoestima entra en esta categoría (*el autoestima) porque no empieza con a- tónica, tal como algunos creen y de allí el error, pues la mayor fuerza de voz recae en la sílaba -ti-; siempre es la autoestima y una autoestima 

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