Poesía o, lo que es lo mismo, Marco Antonio Corcuera

Por , publicado el 20 de septiembre de 2016

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 Crisanto Pérez Esain
Universidad de Piura

Una vez me contaron una anécdota que debe ser cierta. Gloria Fuertes, poeta española, recitaba sus versos frente a un auditorio universitario, en Madrid. Al terminar la lectura de uno de sus poemas alguien levantó la mano. «¿Podría decirme qué ha querido decir con este último poema?», preguntó desde el fondo. Gloria Fuertes volvió a recitar el poema. «No lo entiendo, ¿podría explicármelo?», insistieron. Gloria Fuertes se armó de paciencia y volvió a leerlo, y así hasta en dos o tres ocasiones más. Es lo malo que tiene la poesía, que no se puede explicar. ¿Se explican los chistes?; ¿podemos explicar a alguien por qué amamos a tal o cual persona? Como las cosas más importantes de la vida, la poesía tampoco admite mayor explicación. Se lee, se escucha, se piensa y se vive ahí, muy al interior. Será por esto que quizás nos cueste tanto hablar de poesía y de poetas. El silencio, fruto de la veneración y del respeto, no debe ser confundido jamás con el causado por la indiferencia.

Pero la poesía sigue ahí, abierta a ser leída y a ser vivida. Ahí siguen, sin ir más lejos, los versos de Marco Antonio Corcuera (1917-2009), que deben a su calidad y a los esfuerzos nada vanos de la fundación que lleva su nombre (FMAC); que también deben al tiempo, el más objetivo y certero crítico literario, su capacidad de seguir imponiéndose en el horizonte de nuestras lecturas. La poesía de Marco Antonio Corcuera es o, mejor aún, ES. Es todo lo que deberíamos esperar de la poesía, ternura, imaginación y palabra encendida. Con su libro Trina el pájaro ciego en las manos, comprendo que es eso lo que debía ser la poesía para él, el canto de un pajarillo silvestre, recién nacido y por eso ciego todavía, que prepara su voz para poder cantar la luz que pronto verá, y que es la vida recién estrenada. Su poesía, vinculada a la naturaleza, surge de ella y a ella vuelve. En el viaje entre la ida y el regreso esperan el amor, las reflexiones sobre la pintura y la amistad, sobre la justicia, sobre el propio país, sobre la ausencia perdurable en la palabra que la hace presente. Se trata de una poesía transparente y clara. La profundidad radica más de una vez en haber reparado en las cosas sencillas del campo más cercano y real. Tiene mirada de poeta y es esa mirada, ese reparar casi infantil en lo mínimo y modesto lo que convierte sus palabras en poemas. Les dejo, como muestra uno, el que da título al libro ya mencionado. Disfrútenlo.

En la cuesta
En esta cuesta queda el ansia,
va el corazón a pie con su guadaña,
trina el pájaro ciego
y Dios descalzo se levanta;
suda el lomo del asno,
cae el bastón delante
y el hombre sube a trechos
con su carga a la espalda.
La cuesta enseña mucho.
¡Todos deben subir, a pie, la cuesta!

(De Trina el pájaro ciego. 2014)

2 comentarios

  • Carlos A. Gainza dice:

    «No lo entiendo, ¿podría explicármelo?», insistieron.

    ¿Quiénes insistieron si solo uno ha preguntado?
    ¿También eso es poesía?

    ¿Es malo o criticable haber sido ese alguien?

  • Lucrecia dice:

    Todo es criticable y nada en el arte es malo, es el imaginario del artista que intenta materializar las ideas, algunas veces con su voz, otras con la luz, la danza, el cine, la arquitectura, la estampa, la palabra; existen muchos modos de manifestar las ideas a través del arte. Solo aquel que intenta subir la cuesta con su carga a la espalda, enseña mucho, nos dice el poema. La persona humana se carga de experiencia, ésta comporta una carga tan pesada y rica al ser puro conocimiento y sabiduría; el corazón, tal vez al alcanzar la cumbre, se despoje de esas ansias por la vida que es puro descubrir.

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