Los hipocorísticos

Por , publicado el 26 de agosto de 2019

El nombre de pila es el nombre con el que se inscribe a una persona en el registro civil. Se llama de pila en referencia a la pila bautismal o pila del bautismo. Este uso ha quedado lexicalizado, aunque no necesariamente se haya recibido el mencionado sacramento. Ahora bien, en el ámbito familiar estos nombres suelen sufrir curiosas y arbitrarias transformaciones; así, por ejemplo, de Rosario tenemos Charo, de María Luisa tenemos Malu, de Mercedes tenemos Meche, etc. A estas designaciones se les conoce con el nombre de hipocorísticos.

Etimológicamente, el término hipocorístico procede del griego hypokoristikós, que significa ‘acariciador’ o ‘el que acaricia’; que a su vez procede del diminutivo hypokorízomai, que significa ‘hablo a la manera de los niños’. Y es que, en muchos casos, los hipocorísticos se crean imitando las deformaciones que recibiría el nombre en boca de un niño: Goya (de Gloria), Chana (de Rosana), Neto (de Ernesto), etc. Buesa Oliver, en su artículo «Recursos fónicos en la afectividad de los antropónimos» (1988), es más puntual en señalar que los hipocorísticos son en gran parte producidos por alteraciones debidas al rudimentario sistema fonético de los niños que aprenden a hablar, y a los esfuerzos conscientes que hacen los adultos, con intención cariñosa, para imitar dicho sistema utilizando variados recursos tales como acortamientos iniciales (Fina, Tina, Dina, Queta); acortamientos internos (Mía, Pina); acortamientos finales (Mili, Pili, Kati… escritos con -i, aunque en nuestro medio predomina la terminación -y: Mary, Faby, Dany… por la fuerte influencia del inglés); reduplicación de sílabas (Memo, Quique); adición de sufijos (Manuelico, Mañuco, Pedrín, Carmincha, Rosina); trueques fonéticos (Foncho, Meche, Chona, Moncho, Coque); aglutinaciones o acrónimos (Juanma, Anabel, Majo, Marijó, Mabel, Rosmarí, Juanca); etc.

En el clásico artículo «Cómo obra la fonética infantil en la formación de los hipocorísticos» (1955) de Boyd-Bowman, se precisa que las formas hipocorísticas son casi siempre de dos sílabas y de acentuación llana, que suelen ser frecuentes los fonemas /ch/ (Charo), /k/ (Queca), /t/ Tati, /n/ (Nana) y /p/ (Pancho); que se suprime o se consonantiza el elemento más cerrado de los diptongos (Tola de Victoria, Biche de Eurídice); que se pierde o se convierte a veces en l toda d fricativa (Pule  de Prudencio); que se suelen evitar las consonantes finales (Lelo o Gabo de Gabriel, Nano de Juan); que es frecuente cambiar o crear una terminación para indicar el verdadero género (Trina/Trino, Chona/Chono); que la r ─que en todos los idiomas que la poseen es uno de los últimos sonidos que aprende a pronunciar correctamente el niño─, en los hipocorísticos españoles de verdadera formación infantil se suprime o se reemplaza por otro (Bocho de Ambrosio, Lola de Aurora, Noya de Leonora); que algunos pueden ser usados indistintamente tanto para hombres como para mujeres (Bene de Benedicto o Benedicta, Leo de Leonor, Leonora o de Leonardo; Fortu de Fortunato o Fortunata); y que los hipocorísticos Beto y Tito son, probablemente, los más frecuentes y polivalentes de todos porque pueden serlo de Roberto, Alberto, Heriberto, Adalberto, entre otros.

Si bien, desde el punto de vista semántico, los hipocorísticos desempeñan el mismo papel que los diminutivos porque, más que indicaciones de ta­maño, lo son de la intimidad cariñosa que siente el emisor en el momento de hablar, para algunos gramáticos formas como Luisito, Josecito, Martita… no son hipocorísticos porque para hablar de estos es necesario tener en cuenta el resultado de alteraciones fonéticas con las que se pretende facilitar la pronunciación o hacer del antropónimo oficial correspondiente un nombre más breve, más divertido, más inconfundible, más íntimo. Asimismo, es importante señalar que, en nuestro medio, hipocorísticos convencionales tales como Pepe, Paco, Paca, Pancho, Charo, Quique, Tito, Beto ya no se sienten como tales, sino más bien como verdaderos nombres propios y que pueden terminar asignados a un recién nacido, llegando a encontrarse incluso compuestos como Paco Francisco o José Pepe.

Finalmente, señalaremos que los hipocorísticos son nombres en forma alterada, abreviada que se emplean como designaciones familiares afectivas o eufemísticas, que se distinguen por ser de carácter convencional en la mayor parte de los casos, pero totalmente arbitrario en algunos, y que han podido originarse por medios tan extraños que nada tienen que ver con el nombre primario: Cochocha aplicado a Isabel y Quiquí aplicado a Carmen.

Eliana Gonzales Cruz

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