Límites (?) de la imaginación gongorina 

Por , publicado el 4 de octubre de 2023

Los poetas españoles de la generación del 27 apreciaron de Góngora el vuelo sagaz de su imaginación, que imponía una realidad poética evadiendo las circunstancias del mundo prosaico, por medio de metáforas inusitadas, preñadas de plasticidad, que trasponían la realidad hasta anularla. Esta lectura, que procedía del metaforismo de la época (en el que Ortega y Gasset creyó ver una deshumanización del arte), fue depuesta décadas más tarde por críticos como Robert Jammes, que en cambio vieron a un Góngora presto a exaltar los maravillosos detalles del mundo real. En esa línea, los estudios modernos sobre el conceptismo (que Góngora practicaba) nos aclaran cuán apreciado era en un poeta el ingenio para descubrir y expresar las relaciones alambicadas, poco evidentes, que yacen entre los objetos, ingenio del cual proceden las metáforas del cordobés. 

Cercano a la segunda lectura, Octavio Paz dirá que, si la imagen moderna se abre siempre a nuevas relaciones, las metáforas barrocas son un movimiento “congelado” entre términos fijos. Se refiere con ello al limitado repertorio de imágenes y temas tenidos por “poéticos” en las convenciones literarias del siglo XVII, y a que la metáfora designaba únicamente a su referente ya conocido, sin otra novedad. ¿Emite un juicio de valor sobre la creatividad de una y otra épocas? No podría asegurarlo. Sí es seguro que el ingenio se aguza en las estrecheces, y Góngora debía moverse dentro de convenciones formales y temáticas más estrechas que cualquier surrealista. Y las convenciones le fueron más fundamento que cadena. De ahí que sus metáforas sean sorprendentes aún a los ojos contemporáneos, que se sorprenderían más de saber que esas traslaciones parten de nexos objetivos, rebuscados (aun eruditos), pero existentes y sutilmente justificados en el texto. 

Rebuscamiento ese que las corrientes modernas ya no necesitaron, vuelo imaginativo que se servía no solo del color o la sensación, sino de la memoria literaria y de una finísima sensibilidad de la palabra. Veámoslo en unos versos del soneto “En la muerte de doña Guiomar de Sá, mujer de Juan Fernández de Espinosa”: 

Pálida restituye a su elemento
su ya esplendor purpúreo casta rosa,
que en planta dulce un tiempo, si espinosa,
gloria del sol, lisonja fue del viento.
El mismo que espiró süave aliento,
fresca, espira marchita y siempre hermosa;
no yace, no, en la tierra, mas reposa,
negándole aun el hado lo violento.
Sus hojas sí, no su fragancia, llora
en polvo el patrio Betis, hojas bellas,
que aun en polvo el materno Tejo dora.
Ya en nuevos campos una es hoy de aquellas
flores que ilustra otra mejor Aurora,
cuyo caduco aljófar son estrellas. 

Doña Guiomar de Sá, cuya belleza en vida la asemejó a una rosa, ha muerto y deja caer sus pétalos, devolviéndolos a la tierra de donde brotó. Ha brotado ahora en los campos celestiales, donde la Virgen la ilumina con el rocío (“aljófar”) de las estrellas. Y ¿dónde el tránsito “congelado”? Como una onda expansiva, la imaginación ha ido de Guiomar al ámbito vegetal y de ahí al celestial, por el sendero imaginativo de la flor que inicia con el apellido Espinosa del esposo, sigue con la rosa y culmina con el aljófar que amanece en los pétalos. ¿Congelamiento semántico? El detalle de los pétalos en la tierra (volviendo a “su elemento”) evoca el pasaje bíblico del Génesis que indirectamente nos interpela y nos recuerda que, así como Guiomar, de tierra somos y ese es nuestro destino. 

Y este alto vuelo y todas las sutilezas brotan del nombre de la difunta. Veámoslo ahora en el tercer soneto escrito por Góngora en la muerte de la reina doña Margarita de Austria: 

Máquina funeral, que desta vida 

nos decís la mudanza estando queda; 

pira, no de aromática arboleda, 

sí a más gloriosa Fénix construida. 

Bajel, en cuya gavia esclarecida 

estrellas, hijas de otra mejor Leda, 

serenan la fortuna, de su rueda 

la volubilidad reconocida. 

Faro luciente sois, que solicita 

la razón entre escollos naufragante 

al puerto; y a pesar de lo luciente, 

obscura concha de una Margarita, 

que, rubí en caridad, en fe diamante, 

renace a nuevo sol en nuevo oriente. 

El monumento funerario de la reina es lucero de verdad que nos recuerda, a nosotros naufragantes entre las aguas caprichosas y engañosas de la vida, dónde terminan los bienes materiales. Insólita puede resultarnos la comparación tumba-bajel, pero clara y sugestiva para Góngora, pues entiende que la tumba es la nave en que la reina, deshecha de su cuerpo, se traslada de este mundo al espiritual. La idea del nuevo nacimiento resuelve en parte la otra comparación insólita, de la tumba como concha; pero el nexo germinal es otro: “margarita”, por su raíz griega, significa ‘perla’. Perla que fuera la reina por su vida de fe y caridad. La dilogía hace del punto más referencial del soneto, al mismo tiempo, la metáfora más vistosa y apartada. 

En los tres sonetos dedicados a Margarita de Austria la imaginación es marina, pero el impulso es objetivamente motivado por la etimología del nombre. El arte de don Luis no consiste en adornar un mundo que merece ser evadido. Consiste en mirar los objetos y eventos del mundo para descubrir una verdad poética que nutre su imaginación, la cual no se constriñe al plano sensitivo, sino que es también intelectual, literaria y lingüística. La ilimitada potencia de su imaginación radica en ese palpitar entre realidad y fantasía que vuelve complementarias ambas dimensiones, naturales, mutuamente enriquecidas. 

3 comentarios

  • Paco (con ñ) dice:

    Resulta muy entretenido y esclarecedor el presente artículo, pero me permito corregir el lapsus que han tenido al decir que el Conceptismo era el estilo que Góngora practicaba, cuando uno de sus más altos representantes era Quevedo.
    El estilo de Góngora era el Culteranismo, que también se llegó a llamar Gongorismo.
    Saludos.

  • Paco (con ñ) dice:

    Respecto al comentario anterior, me autocorrijo diciendo que tanto conceptismo, como culteranismo y gongorismo, debería de haberlo escrito con minúscula, como en esta ocasión hago.

  • Renato Guizado dice:

    Estimado lector:

    La diferenciación de culteranismo vs. conceptismo es una antigua hipótesis que empezó a levantar sospechas hacia la mitad del siglo XX. Actualmente (y desde hace ya más de cuatro décadas), se entiende que el culteranismo (término que, de hecho, ni siquiera puede aplicarse a toda la obra de Góngora) es un estilo que pone en prácticas agudezas conceptistas, que las pueden ser tanto de dicción como de pensamiento. No en vano Baltasar Gracián, en su tratado sobre la elaboración de conceptos Agudeza y arte de ingenio (1648), toma numerosos ejemplos de la poesía del cordobés. Para mayor información, lo remito a un libro ya clásico en los estudios del barroco: Estilo barroco y personalidad creadora (1974, editorial Cátedra) de Fernando Lázaro Carreter.

    Muchas gracias.

    Saludos cordiales

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