La exageración en el discurso

Por , publicado el 11 de octubre de 2023

El mensaje que se pretende transmitir en todo proceso comunicativo puede presentarse de forma literal o no literal. Es decir, al escuchar una expresión como Tardé una eternidad en llegar a mi casa, nuestro emisor no busca que interpretemos su enunciado de forma literal, esto es, que tengamos en cuenta el número de minutos exactos que tardó en llegar a su casa, sino que su intención es enfatizar el tiempo que demoró en llegar a su casa. De la misma manera, en una conversación entre amigos —uno que no tomó desayuno—, le dice al otro a la hora del almuerzo: Tengo tanta hambre que me comería un elefante. Ciertamente, nuestro amigo hambriento no pretende comerse un elefante, sino dar a entender que realmente tiene más hambre de lo acostumbrado. En efecto, en ambas situaciones estamos ante una forma de lenguaje no literal, donde el significado del mensaje no se interpreta a partir de la reproducción exacta de los significados de cada palabra, sino que se construye sobre la base de la discrepancia —intensificada por la exageración— entre lo enunciado y la situación real.  Dicha forma de lenguaje no literal se denomina hipérbole. 

 El hablante recurre a la hipérbole para transmitir un mensaje mediante la exageración de la realidad. No pretende engañar o decir un mensaje falso, sino enfatizar su expresión y lograr así que su interlocutor entienda la intensidad de la idea expresada y con ello, la emoción que busca transmitir (molestia, disgusto, desesperación…).  

La hipérbole en el discurso puede utilizarse con distintos propósitos. Así, puede ser empleada con un fin humorístico, incluso irónico, como al decir en una tarde de invierno: ¡Hace tanto calor que me estoy derritiendo!, donde la exageración enfatiza el contraste existente entre la realidad (un día muy frío) y la expresión (derretirse por el calor), evidenciando el sentido irónico de lo enunciado. Igualmente, puede emplearse la exageración para manifestar cuán incómoda o molesta puede estar la persona frente a una situación, por ejemplo, al decir: Este proyecto está tomando siglos en completarse, donde lo que pretende el hablante es resaltar su disgusto —y con ello, quejarse— por la demora, por lo que maximiza la medición del tiempo en función de siglos. De igual modo, puede utilizarse para transmitir emociones positivas como la alegría: Estoy tan feliz que podría llenar un océano con mis lágrimas de alegría, para manifestar que realmente está muy feliz o decir: Estoy tan emocionado por su llegada que podría explotar, donde la exageración (llegar a explotar) intensifica la emoción transmitida por el emisor y revela las ansias con las que espera a esa persona. Desde luego, con la hipérbole el hablante maximiza lo expresado y transmite distintas intenciones en función de su contexto. 

Muchos consideramos a la hipérbole como aquella figura presente solo en la literatura; sin embargo, estimado lector, no podemos dejar de resaltar que en nuestras conversaciones del día a día empleamos la exageración millones de veces.  

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