La anáfora: de la Gramática a la Poética

Por , publicado el 21 de julio de 2021

La palabra anáfora puede resultar extraña al lector, pues no solo se utiliza en las disciplinas relacionadas con el lenguaje (y también para referir a un momento de la liturgia católica, según el DLE). Sin embargo, en la vida cotidiana nos encontramos con anáforas aquí y allá. En realidad, más que encontrarlas, las usamos.

En la Gramática, se conoce con el nombre de anáfora a la ‘relación de identidad que se establece entre un elemento gramatical y una palabra o grupo de palabras nombradas antes en el discurso’. Esa identidad no es formal, de lo contrario bastaría con decir que se trata de repetir una palabra: La casa de mi madre está en San Borja. Esa casa es muy grande. La identidad es semántica y la relación es, por así decirlo, de sustitución, entre dos elementos diferentes en forma pero que apuntan al mismo significado: La casa de mi madre está en San Borja; esta es muy grande.

Como se ve en el ejemplo anterior, la anáfora se produce con pronombres, y en general con los deícticos. Se llama deíctico al elemento gramatical que no tiene significado por sí mismo, sino que su sentido está determinado por el significado que señala dentro de un discurso concreto. La deixis, su forma de significar, es ese señalamiento que se hace a otro segmento del discurso que sí posee sentido propio. Veamos: el pronombre demostrativo esta no tiene significado por sí mismo si lo sustraemos del ejemplo (solo una determinación de género femenino y número singular), nada hay en esta que lo ligue naturalmente a casa, solo el contexto donde lo ha colocado el hablante. Por eso es una pieza reutilizable en cualquier otra oración: No me gusta esa canción, prefiero esta. Son deícticos, además de los pronombres, algunas señas temporales (antes, después, entonces, ya, etc.) y espaciales (allí, aquí, ahí, acá, etc.).

Hecho el paréntesis, volvamos a a ella, o sea, a la anáfora. Ocurre esta cuando la referencia deíctica viene después de nombrado el elemento por señalar. Es la forma más común en que se da la deixis:

  • La carta llegó pronto: la he dejado en tu escritorio.
  • Juana se pregunta si volverá a las clases presenciales.
  • Quiero ir a la playa, porque ahí hay brisa, sol, agua…

Cabe acotar que no es la única forma. Existe también la deixis catafórica, cuando el deíctico se anticipa:

  • Te lo dije, Sara: ¡no vendría a tiempo!
  • Alcánzame eso de ahí… el libro que está sobre la mesa.
  • Estar acá me angustia, porque la casa es muy vieja.

En Retórica y Poética el concepto se distingue del gramatical. En estos casos, la relación de identidad entre elementos es, además de semántica, formal. No se trata de una sustitución, sino que en esta (anáfora) las palabras tienen que repetirse. La función y los efectos que se atribuyen a la anáfora son muy distintos y, obviamente, exceden el de la estructuración oracional.

Por ejemplo, en la actualidad, un discurso constructivo puede valerse de la repetición de palabras para marcar la relación que existe entre ideas, o sea, como un elemento de cohesión. Veamos un caso expositivo:

Las elecciones del domingo 11 de abril serán decisivas para el futuro de nuestro país. En primer lugar, porque por causa de la pandemia la economía se ha visto duramente golpeada y todavía más el sistema de salud. En segundo lugar, estas elecciones son decisivas, porque nos encontramos en medio de una crisis política y moral, tras la cual el pueblo peruano deberá recobrar la confianza en el Estado.

Por último, en los textos poéticos se persigue con la anáfora un efecto acumulativo que asegure la ritmicidad del discurso e intensifique la emoción manifestada. Veamos esta famosa estrofa de la “Noche oscura” de San Juan de la Cruz:

¡Oh noche que guiaste!
¡oh noche amable más que el alborada!
¡oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!

*Fuente de la imagen: Pinterest

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