Hablando con los ojos y besando con la mirada

Por , publicado el 19 de octubre de 2015

Eyes-kannukal

¿Podría usted admitir que nuestros sentidos perciban sensaciones o ejecuten funciones diferentes de las naturalmente adquiridas? Digamos, ¿sería admisible pensar que hablemos con los ojos, besemos con la mirada, saboreemos los sonidos o escuchemos el susurro del color azul? Evidentemente, no. Una oración como Me desagradó la sopa al tocar su sabor salado sería incoherente a todas luces; no obstante, a los seres humanos nos está permitido jugar con el lenguaje, transformando lo textual y cotidianamente incoherente en música hasta para el oído más reacio. Así, hacer más atrayentes las palabras mediante la literatura, implica asumir diferentes elementos retóricos que, dentro de su amplia gama, albergan a la sinestesia, bendita figura literaria que otorga al poeta una gran posibilidad estilística.

La sinestesia, dentro del rubro de la retórica, es definida como ‘tropo que consiste en unir dos imágenes o sensaciones procedentes de diferentes dominios sensoriales’ (DRAE, 2014). En palabras sencillas, la sinestesia es la figura literaria que permite que un sentido asuma una función diferente de la natural o que algún elemento u objeto produzca en alguien una sensación o sentimiento que no corresponda. Ejemplifiquemos: en el mundo real (no literario) las palabras se perciben mediante el sentido del oído; los colores, por la vista; los sabores, por medio del gusto y los olores, a través del olfato; pero la literatura nos proporciona innumerables opciones para cambiar esa realidad, embellecerla y dotar de sentido a aquello que en el lenguaje cotidiano consideraríamos incoherencias. Así, en las líneas creativas y estéticas de un poema podríamos ver el aroma de las palabras, gustar el sabor de los colores, oír el sonido de los olores, tocar la textura de los sabores u oler el amor.

Gustavo Adolfo Bécquer usa magníficamente la sinestesia en su Rima XX: Sabe, si alguna vez tus labios rojos / quema invisible atmósfera abrasada, / que el alma que hablar puede con los ojos, / también puede besar con la mirada. (Suspire).  Lope de Vega escribe: Deja hablar a mis enojos, / pues que quiere el cielo santo / que hablen primero mis ojos / con las lenguas de su llanto. (Suspire nuevamente).

Luis Enrique Guzmán Trelles

Foto: Caduser2003 (CC BY-SA 2.5)

Un comentario

  • Carlos Felipe Hernández Villarreal dice:

    «La mayor declaración de amor es la que no se hace».
    Platón.
    ΩΩ

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