Aproximación al discurso de lo irrisorio

Por , publicado el 24 de marzo de 2021

El discurso de lo no serio o de lo irrisorio comprende cualquier tema. Y por experiencia sabemos que se manifiesta tanto en la conversación espontánea como en las elaboraciones culturales más estables y sofisticadas del arte (literatura, música, pintura, cine) y de la comunicación social (periódicos, radio, televisión, redes sociales).

El estudio de este tipo de comunicación constituye un asunto muy complejo. Por ello, no nos sorprende que, a lo largo de la historia, en particular de la occidental, este haya sido abordado con rigor por grandes mentes: Sigmund Freud estudió el chiste desde la perspectiva del psicoanálisis, Mijaíl Bajtín mostró las particularidades de lo carnavalesco en la Edad Media y en el Renacimiento y Henri Bergson escribió un extenso ensayo filosófico sobre la risa.

En los últimos años, los estudiosos del discurso, quienes se centran en el significado de los enunciados lingüísticos para los usuarios y los intérpretes, han desarrollado interesantes abordajes, algunos de los cuales repasaremos en esta entrega con el fin de ordenar y ofrecer algunos aspectos tal vez poco conocidos sobre cómo funciona el discurso hilarante.

Isabel Iglesias Casal (“Sobre la anatomía de lo cómico: Recursos lingüísticos y extralingüísticos del humor verbal”, 2000) apunta cuatro propiedades del discurso irrisorio que vale la pena considerar si pensamos en sus múltiples funciones. La primera está relacionada con una emoción, estado de ánimo o actitud lúdica por mostrar lo cómico o lo ridículo de las cosas o de las personas; la segunda apunta a su función cognitiva y reflexiva, pues quien lo ejerce mira el mundo de una manera insospechada, rompedora o transgresora; la tercera ofrece efectos terapéuticos y curativos; y, por último, puede ser un instrumento de crítica social.

Por su parte, Barrera (“El humor en la comunicación cotidiana o cómo defendernos de la adversidad”, 2009) reflexiona sobre tres potencialidades del humorismo en la comunicación lingüística: dos negativas y una más neutral. Primero, resultar humorístico para quien escucha el discurso, pero ofensivo en cuanto al referente; segundo, implicar una relación de oposición entre el hablante y el oyente marcada por la malicia, la hostilidad o la superioridad; y, tercero, buscar lograr un efecto de relajación en el destinatario para quitar presión en situación desfavorable.

Por otro lado, una clasificación relevante es la de Cristian Palacios (“El estudio de lo cómico y lo humorístico”, 2013). Este autor refiere la existencia de una contraposición, aunque también de una complementariedad, entre dos tipos distintos del discurso irrisorio: lo humorístico y lo cómico. En concreto, señala que el humorista en su actuación se muestra hasta cierto punto derrotado al evidenciar que en la realidad lo absurdo es la norma y provoca la risa para que el espectador piense y saque sus propias conclusiones, como sucede en buena parte de la filmografía de Charles Chaplin. En cambio, el cómico se muestra más bien triunfante sobre el objeto del cual se burla, aunque esto sea solo una apariencia porque al hacerlo, no tiene nada de heroico. En otras palabras, se trata de reírse sin la necesidad de plantearse preguntas, como, por ejemplo, en los chistes sexistas o xenófobos.

También se han estudiado las diferencias relativas al género en las prácticas humorísticas. María Belén Alvarado (“Descortesía y humor fallido en conversaciones entre hombres y mujeres”, 2016) realiza un estudio sobre las conversaciones espontáneas entre hombres y mujeres en las que el humor no tiene el efecto esperado. Concluye que ellas intentan proteger su imagen pública mediante la estrategia conversacional del silencio para evitar así la descortesía verbal, a diferencia de ellos, quienes más bien terminan atacando a su interlocutor para luego volver al tema serio o realizar el cambio de tópico conversacional de modo que su imagen pública no se vea dañada.

Más recientemente, Salomé Sola-Morales (“Humor en tiempos de pandemia. Análisis de los memes digitales sobre la COVID-19”, 2020) concluye que los memes funcionan como “un recurso comunicativo que busca crear complicidad en el grupo, formar parte de la comunidad, favoreciendo emociones positivas y canalizando las emociones negativas a través de la risa”. Sin embargo, también este tipo de humor tiene una función reflexiva y es una forma de activismo ciudadano para cuestionar el trabajo de las autoridades y de los políticos en la gestión de esta crisis.

Para concluir este breve recorrido teórico, queremos comentar un caso realmente inusual en el que se combinan la lingüística como profesión y la afición por crear humor. Hablamos de Miliber Mancilla, una profesora universitaria de morfología y sintaxis castellanas que se ha convertido en toda una celebridad en Twitter (@MiliberMancilla tiene más de 76.000 seguidores) como la jeva (mujer joven) que explica los chistes. Ella lleva un tiempo poniendo en práctica una extraña variedad de humor con la creación de un subgénero discursivo que ha etiquetado como ¿Entienden? Con uno de sus tuits damos por terminado este muy serio artículo:

¿Con qué se pintan las uñas los marcianos?

Con esMarte

Jajaja

¿Entienden?

No «esmalte», el barniz usado para pintar las uñas; sino «esMarte» por Marte, el cuarto planeta en orden de distancia al sol.

No haré MARS chistes de marcianos PERCYacaso. Uno NASAbe si tienen Twitter.

*Fuente de la imagen: https://bit.ly/3nRck6g

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