Un cambio meliorativo: lavaza (y no lavasa)

Por , publicado el 23 de julio de 2025

Los diccionarios de peruanismos de Juan Álvarez Vita (1990) y Miguel Ugarte Chamorro (1997) recogen el término lavaza con el significado particular de ‘espuma que forma el jabón al agitarse en el agua’. Esta acepción también se encuentra en otros países, como Chile, Puerto Rico Bolivia, Panamá o República Dominicana. El Diccionario de americanismos de la ASALE (2010) es un poco ambiguo al definir ‘agua con espuma’ para unos y ‘espuma en el agua’ para otros. Lo cierto es que el primer registro de la acepción americana la dio Augusto Malaret en 1937, como propia del habla portorriqueña. Un anuncio comercial de la prensa de Curaçao, en 1949, destacaba que el jabón Octagón “produce una lavaza lo suficientemente activa para sacar la suciedad”. Similares mensajes repiten en la actualidad, sin cansarse, los comerciales de detergentes para la ropa.

Los versos de César Vallejo (1922) “Lavaza de máxima ablución. / Calderas viajeras / que se chocan y salpican de fresca sombra / unánime” (Trilce XXX) se han interpretado como una exaltación del sexo como“un antídoto contra el vacío” (Saúl Yurkievich, 1958, p. 35), y se resaltan sus “finas y delicadas imágenes” (G. Meo. Zilio, 1996, p. 106), idea que mantienen Marco Martos y Elsa Villanueva (1989, p. 176), pero que podría matizarse con una interpretación de un “goce perverso” (Arroyo, 2011, p. 214), incluso con una alusión velada a un aborto (“la muerte es así”). En cualquier caso, el término lavaza no parece emplearse, en el poema, en el sentido que tiene actualmente el término en el Perú y otros países, sino que ha de entenderse con su significado primitivo.

Felipe Pardo y Aliaga se burlaba de un inglés “en aguas de lavazas empapado”: los carnavales no tenían compasión de los extranjeros. Juan de Arona también emplea el término en su Descripción de los tres principales balnearios de Lima (1894), donde describe el antiguo Chorrillos: “El centro de la calle es un enjambre de muchachitos puercos y de perros lo mismo, y un campo de evaporación para las aguas de lavazas o sucias que cualquiera tira a la vía pública.” Clorinda Matto de Turner (1895) detalla un callejón “cargado de miasmas que tienen la mezcla infernal de todos los malos olores, desde la naranja en descomposición hasta las lavazas que fermentan en los baldes de zinc de las que se dedican al lavado a mano” (2022, p. 21). En efecto, las lavazas eran (siempre en plural), las aguas sucias que quedaban luego de lavar ropas o platos u otros objetos y así constaba en el Diccionario que publica la Real Academia Española en 1925. Como lo habían hecho los diccionarios decimonónicos de Domínguez y mucho antes el del jesuita Esteban de Terreros (1787), en la forma de “lavacias”, lo mismo que el diccionario trilingüe de Manuel de Larramendi (1745) y que el Diccionario de Autoridades (1734).

Los editores de Herencia optan por la grafía lavasas en la nota explicativa donde registran, con acierto, el significado que tenía en la época el término. Pero la grafía correcta es lavazas. Para Katz Levy (1973) se trata de uno de los derivados de verbos o sustantivos (lavazas, bocazas, carnazas) mediante derivación apreciativa, con lo que la forma correcta sería con zeta. Estos sustantivos se caracterizan por su “complejidad semántica” (GDLE, 74.3.2.1), pero en este caso en concreto parece haberse producido un caso de “interferencia asociativa” entre el derivado del verbo lavar y el sustantivo babaza, derivado registrado desde el siglo XV, que se aplicó a secreciones diversas de semillas, plantas y animales. Las babazas del lavado se convirtieron en lavazas.

Evidentemente, fue en la región caribeña donde primero se aplicó a la espuma de jabón, acepción que se habría introducido en Sudamérica a mediados del siglo XX. No hay que descartar que el proceso de mejoramiento semántico, por contigüidad del objeto, se hubiera producido también de forma paralela. Luis Alayza Paz Soldán (1939) ofrece un testimonio que la asimila a los grumos de jabón, a medio camino entre el agua sucia y la limpia espuma blanca del jabón: “Poco a poco los montes tórnanse más austeros y finalmente comienza la zona de la paja brava, el icho de las alturas o jalcas, que parece un manojo de estiletes, el poshojo kishka (espuma espinosa, en quechua) que cubre los flancos de pedernal como de gruesos grumos de lavaza, y una que otra cactácea” (En las breñas del Perú, p. 46).

Sabemos que para Vallejo lavazas significaba todavía ‘aguas sucias’ que se forman en las bateas (“calderas viajeras”) de zinc, aunque utiliza también el término en singular, sin perder este su carácter incontable. Lo utilizaría, sin embargo, en plural, en una carta que dirige a sus amigos de Trujillo el 27 de febrero de 1918; allí Vallejo describe la playa limeña de la Magdalena: “Las olas revueltas y espumantes. Alguien con manos invisibles, mar afuera, lavaba intangibles tules con un jabón inacabable y de nieve. Y las lavazas iban, venían sin sosiego”. No resultaba tan difícil que la palabra diera un salto de designar las aguas que van y vienen para que terminase significando mejor, y adquiriendo así connotaciones muy positivas, la espuma blanca y limpia que el oleaje forma y abandona en las orillas.

Un comentario

  • Antonio dice:

    Amor de Dios en el nombre del Padre del Hijo del espíritu Santo amén que Dios esté con nosotros nos cuide nos guarde en la palma de su mano amén

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