Cómo llamamos a las lenguas 

Por , publicado el 16 de julio de 2025

En el amplio repertorio de una lengua existen términos para nombrar casi cualquier realidad. Así, en español, a los nombres de personas se les conoce como antropónimos (María, Luis, Ana); y a los nombres de lugares, topónimos (Sechura, Milán, Puerto Rico). Sin embargo, ¿alguna vez se ha preguntado cómo se denomina al español, quechua, italiano, inglés o portugués? ¿Con qué término se le conoce al nombre de una lengua? La respuesta es glotónimo y en este artículo trataremos de ello.  

El término glotónimo o glosónimo proviene del griego glôtta (‘lengua’) y ónoma (‘nombre’), es decir, ‘nombre de la lengua’. Cabe señalar que el Diccionario de la lengua española (v. 23.8 en línea) todavía no ha registrado ninguna de estas dos voces. En nuestra vida cotidiana, nos referimos a muchos glotónimos, por ejemplo, cuando decimos que queremos aprender francés, que deberíamos mejorar nuestro inglés, que ese manuscrito fue traducido al ruso, o cuando afirmamos que el latín es una lengua clásica. Muchas veces, estos usos tan comunes escoden toda una historia y una configuración social, económica y política que refleja su origen. Tal es el caso del español o castellano, este segundo glotónimo se debe a que nació en Castilla. En otras zonas de la península ibérica, el latín vulgar dio origen a lenguas como el gallego, el aragonés o el catalán, mientras que en Castilla evolucionó a lo que hoy conocemos como castellano. 

Los glotónimos pueden formarse de distintas maneras. Generalmente, toman el adjetivo de nacionalidad siguiendo los patrones de un gentilicio: ruso (de Rusia), chino (de China), inglés (de Inglaterra). Sin embargo, también pueden adoptar el nombre de la comunidad de hablantes o del lugar que les dio origen, a modo de topónimo: aymara (que se refiere tanto al pueblo indígena como a su idioma), vasco (coincide con el nombre de la comunidad autónoma española), náhuatl (denominación tanto para la etnia como para la lengua que ella habla), wólof (lengua nativa de la etnia wólof y hablada en Senegal y Gambia). Incluso, algunos glotónimos cuentan con dos denominaciones: español o castellano, persa o farsi, bengalí o bangla, quechua o runa simi, etc. 

En algunas ocasiones, y por cuestiones históricas, el glotónimo no coincide con el país donde se habla dicha lengua. Citemos el caso de Brasil, donde no se habla brasileño, sino portugués. ¿Y por qué? Porque Brasil fue colonia de Portugal durante más de trescientos años, de allí que adoptara la lengua de su conquistador. Algo similar les ocurrió a los territorios sudamericanos conquistados por los españoles. En el Perú no hablamos peruano; ni en Ecuador, ecuatoriano o en Bolivia, boliviano. En estos territorios se habla español o castellano, porque fueron conquistados por los españoles y, en el proceso de mestizaje, adoptaron su lengua. Por tanto, vemos que un mismo glotónimo puede denominar a la lengua que se usa en diversos lugares. Otros ejemplos los encontramos en Irán, donde no se habla iraní, sino persa; o en Irak, cuyo idioma es el árabe. Cabe precisar que en un mismo territorio pueden coexistir distintas lenguas cada una con su glotónimo particular; así, en el Perú conviven el español, el quechua, el aymara y más de cuarenta lenguas amazónicas como el ashaninka y el awajún. 

En cuanto a su escritura, recordemos que, en español, los glotónimos (tal como lo hemos visto en los ejemplos anteriores) se escriben con minúscula, a diferencia del inglés donde sí se aplica la mayúscula inicial (Spanish, French, Chinese, German, Italian, Portuguese, Russian, etc.). 

Como ve, estimado lector, comprobamos una vez más que la lengua cuenta con palabras para casi todas las realidades, incluida su propia denominación. Así que la próxima vez que utilice los términos español, quechua, inglés, italiano, francés, etc., para referirse a una lengua, sabrá que ha usado un glotónimo o, si lo prefiere, un glosónimo. 

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